miércoles, 8 de junio de 2011

Bienaventurado




Bienaventurado el hombre
que teme a Jehová,
Y en sus mandamientos se deleita
en gran manera.
Salmo 112:1


Parece contradictorio, a simple vista, esto de ser dichoso y temer.
También es contradictorio que los mandamientos o mandatos nos deleiten.
¿Cómo se puede entender esto?
Quiero creer que el Salmista no está pensando en una actitud servil, cuando habla de temer a Jehová. Sino más bien en la íntima satisfacción que se parece a aquella del deber cumplido.
El escritor C. S. Lewis nos ayuda en la reflexión; él dice: "el mandamiento de la mente divina, encarnado en la Ley divina, es bello. ¿Qué debería hacer el hombre sino intentar reproducirlo, tan fielmente como le sea posible, en su vida diaria? Su "dicha" se encuentra en estos estatutos; estudiarlos es como encontrar un tesoro; le afectan como lo hace la música, son sus "canciones"; saben a miel; son mejores que el oro y la plata." En sus mandamientos se deleita en gran manera.


Por otra parte, que alivio es saber que Jesús cumplió completamente la Ley de Dios. Por tanto lo único que Dios espera de nosotros es que lo amemos de corazón. Quizás de esta manera, cuando guardamos sus mandamientos, no nos convertirnos en moralistas o "guardianes" de la Ley y podemos desterrar todo sentimiento de superioridad espiritual.


El único ser perfecto es Dios mismo. Nosotros sólo tenemos un Salmo para el camino.

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