domingo, 31 de marzo de 2013

Memoria eterna




Haré perpetua la memoria
de tu nombre
en todas las generaciones,
por lo cual te alabarán los pueblos
eternamente y para siempre
Salmo 45: 17


Hoy recordamos el amanecer glorioso de nuestra fe: Cristo resucitado. La resurrección de Cristo es el hecho más portentoso de que se tenga memoria en la humanidad.

Apenas podemos apreciar en nuestra época contemporánea, toda la carga de vergüenza, deshonor y humillación que significaba en la antigüedad el castigo de la crucifixión. Jesús pasó por todo eso, voluntariamente. Vivió en si mismo todas las chocantes contradicciones de la existencia humana: Se declaró la Luz del mundo, pero se vio envuelto en la más profunda oscuridad. Dijo "Yo soy el agua de Vida" y tuvo sed, una febril y amarga sed. Habló de la Verdad que da libertad y todo su cuerpo estuvo aprisionado, sujeto con clavos, hasta que su cuerpo se puso rígido de muerte. Nada de esto podemos negar.

El Evangelio según San Juan nos narra un encuentro de Cristo resucitado y sus discípulos  Se les apareció y "les mostró las manos y el costado". Entonces ellos supieron, sin duda alguna, que era Jesús y "al ver al Señor, los discípulos se alegraron".

Me agrada pensar en "Jesús de las cicatrices"; gloriosas cicatrices.  El sufrimiento y la muerte quedaron atrás y donde hubo debilidad ahora hay una gloriosa marca del poder de Dios: "el poder de Dios se perfecciona en la debilidad".

Las palabras de este Salmo: Haré perpetua la memoria de tu nombre en todas las generaciones; en ningún otro se cumplen con mayor propiedad, sino en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Dios Padre ha exaltado a su Hijo Jesucristo a través de la resurrección. Por eso es tan poderoso el símbolo de la cruz, un símbolo que sobrepasa todas las barreras: idioma, etnia, tiempo y color, hermanándonos, a todos los  cristianos, en la sangre de Cristo.

¡Cristo resucitó de los muertos!
¡ Cristo vive!
¡Bendito sea su nombre por la eternidad!


Pintura: "Cena en Emmaus"
Rembrandt

sábado, 30 de marzo de 2013

Encuentro con la Verdad

Grande es su gloria
por tu salvación;
honra y majestad
has puesto sobre Él
Salmo 21: 5




Despreciado y desechado
entre los hombres,
varón de dolores,
experimentado en quebrantos;
y como que escondimos de Él
el rostro
fue menospreciado
y no lo estimamos.
Isaías 53: 3

Para el centurión y todos los que custodiaban el cuerpo de Cristo crucificado, en el monte Calvario, el encuentro con la Verdad, que es Cristo mismo, se produce de forma repentina. Como si de pronto sus ojos y sus oídos hubiesen sido abiertos; tal vez porque sus corazones fueron traspasados por la presencia santa del Hijo de Dios, en su entrega de Amor eterno. 
Hubo tinieblas en toda la tierra, que se estremeció al recibir las gotas de sangre del inocente, tan cruelmente lastimado. En ese instante supremo, el Centurión dijo: "Verdaderamente este era el Hijo de Dios"

En nuestra vida cotidiana, cuando  la verdad es revelada, no siempre es agradable; puede ser como un golpe duro, pero finalmente,  trae alivio y todas las cosas adquieren su dimensión real.
En el caso del Centurión, la revelación de estar frente al Hijo de Dios, pudo haber significado un sentimiento de culpa, o la confirmación de una intuición, pero con toda seguridad, se transformó en la certeza gloriosa que íntimamente siempre 
estuvo buscando. 

Ha pasado mucho tiempo desde este acontecimiento y sin embargo cada vez que alguien se encuentra con la Verdad del Hijo de Dios, surge esa misma certeza gloriosa que llena el alma de gozo y seguridad. Cristo es la Verdad que nos hace libres por la eternidad.


Pintura: Cristo crucificado
Diego Velázquez

El relato del encuentro del Centurión
lo puedes leer en San Lucas 23: 44 - 48

viernes, 29 de marzo de 2013

Un encuentro bajo la cruz



En Dios solamente
descansa mi alma;
de Él viene mi salvación
Salmo 62: 1


Cuando llevaban a Jesús hacia su crucifixión, en el camino, Jesús tiene signos de fatiga. Su cuerpo extenuado de dolores, atormentado por la corona de espinas, casi deshidratado, herido y sangrante, cae bajo el peso de la cruz. El Evangelio de San Mateo dice: "hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a este obligaron a que llevara la cruz" y así Simón se encuentra de frente con el dolor y con los maderos del tormento. 
Podemos suponer que mientras caminaban hacia el monte Calvario, Simón, tuvo tiempo de averiguar quien era el hombre que sería crucificado. Tal vez pudo leer la inscripción que anunciaba el delito: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos" en griego, latín y hebreo. Después seguramente quedaría impactado con la súplica de Jesús: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"

Al igual que Simón de Cirene, me parece que todos los cristianos, nos encontramos un día de frente con la cruz de Cristo. Suele ser un dolor que traspasa la piel y el alma, intenso y potente; en ocasiones queremos negarlo, resistirlo con indiferencia. Pero finalmente nos damos cuenta que el dolor es fecundo y fructífero porque nos lleva a los pies de Cristo crucificado y su inmenso Amor nos acoge y nos abre la puerta hacia el crecimiento y la pureza.
Gabriela Mistral lo dice de la siguiente manera:

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?



Jesús mismo, había dicho: "si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cuz y sígame". Estas palabras a veces se cumplen forzadamente, cuando algún incidente nos coloca de cara al dolor y al sufrimiento; pero ese sufrimiento puede ser la puerta que nos lleve, frente a frente, al Cristo Salvador y Redentor.

¡Oh Señor, gracias porque cuando nos encontramos con la cruz,
nos encontramos contigo!

Imagen: "Jesús cae bajo la cruz"
Gustave Dore


El poema competo de Gabriela Mistral
lo puedes encontrar en: "Al Cristo del Calvario"


El relato del encuentro de Simón de Cirene
y la Crucifixión, lo puedes leer en San Mateo 27: 32- 44


jueves, 28 de marzo de 2013

Nuevas oportunidades

Encuentros con Jesús
el Salmo de la Vida




Por amor de Tu nombre, Señor,
perdonarás también mi pecado,
que es grande.
salmo 25: 11


El Evangelio de San Juan nos relata la historia del encuentro forzado de una mujer, adúltera, con Jesús. Es forzado porque la trajeron, quizás no de buen modo y con desprecio, para acusarla frente a la multitud. Ellos desean un juicio de Jesús para alguien que fue "sorprendida en el acto mismo del adulterio". Un pecado que según la ley mosaica debe ser castigado cruelmente con pena de lapidación, es decir, ser apedreada hasta morir.
Jesús "inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo" y dice la frase que ya conocemos: "el que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra". La mujer probablemente aterrada y avergonzada sabe que no hay justificación posible. Pero luego de las palabras de Jesús, uno a uno los acusadores y la multitud se alejan del lugar y Jesús dice a la mujer: "¿dónde están los que te acusan? ¿ninguno te condenó? 
Ni yo te condeno, vete y no peques más."

¿Que escribió Jesús, con el dedo en la tierra? 
Me agrada pensar que sólo fue un acto de compasión para no mirar a la mujer y avergonzarla más. Otra posibilidad es que deseaba restarle importancia a un hecho que había requerido tanta preparación por parte de los acusadores y que se estaba convirtiendo en un circo.  Lo que si sabemos es que la mujer recibió el perdón del Señor.

Me parece oportuno destacar que  ante Dios no hay un pecado más grande que otro, todos merecen ser castigados. Algunos son públicos y otros ocurren en la intimidad, pero Dios todo lo ve. Algunos nos parecen más condenables que otros y hasta pareciera que los pecados que  tienen una carga sexual, son más sucios, más condenables, más espectaculares,  y sin embrago Dios no hace una clasificación de los pecados. De todos ellos el Señor nos  puede limpiar; nos redime, nos consuela , nos restaura y ofrece nuevas oportunidades. Una y otra vez nos perdona, sin reproche, con ternura, confrontándolos con nuestra propia realidad.

¡Por amor de Tu nombre, Señor,
perdonarás también mi pecado!

El relato completo de este encuentro
lo puedes leer en San Juan cap. 8

miércoles, 27 de marzo de 2013

Sencillez y humildad

Encuentros con Jesús
el Salmo de la Vida


El Señor exalta a los humildes
y humilla a los impíos
hasta la tierra.
Salmo 147: 6

Los discípulos de Jesús se preguntan entre ellos 
-¿Quien es el mayor...?
¿Quién es el más importante...?
Jesús los confronta con firmeza y les dice: "si no os volvéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos"

Creo que es relevante entender un poco del contexto histórico en que se produce este diálogo. En ese tiempo, los niños no eran considerados personas, apenas si tenían significación dentro de la familia. No había métodos anticonceptivos, tampoco planificación familiar; sin antibióticos ni protocolos de asepsia los niños nacían con muy pocas expectativas de vida. Reconozco que me cuesta entrar en este escenario, especialmente cuando nuestros niños, a muy temprana edad, disfrutan de enseñanza sistematizada, la gran mayoría de los gobiernos desarrollan políticas de protección a la niñez y hasta se habla de los Derechos del Niño. Para nosotros los cristianos, incluso un nonato, o un embrión en gestación, es vida que se debe proteger.
Todo esto hace que la afirmación de Jesús sea muy dura. Es una llamada de atención.

Una de las características de los niños que hemos olvidado, los adultos,  es esa capacidad para confiar y jugar alegremente. Un niño cuando despierta por la mañana lo primero que hace es buscar a sus padres; sin importar la hora su única preocupación es disfrutar el día; si necesita algo sólo lo pide y, aun cuando sean disciplinados, rápidamente recobran el buen ánimo y el deseo de jugar.

Nuestra vida de adultos se construye sobre una serie de supuestos, paradigmas y convenciones universales que van inhibiendo nuestra capacidad de "volvernos como niños". Nuestras capacidades lúdicas se van atrofiando, porque estamos muy ocupados en cosas muy serias. La curiosidad, la sencillez, la alegría, la confianza  parece que no pueden convivir con la madurez.

Jesús nos invita a recuperar esa perspectiva ingenua y confiada de la vida, la de nuestra propia  niñez, dejando atrás la pre-ocupación, la amargura, las dudas. Desde mi punto de vista, lo podemos lograr, cuando entramos en una dependencia con el Señor, "como niños",  y nuestras emociones descansan en su regazo; cuando la pregunta no es ¿Quién es el mayor...? sino ¿Quién es el Señor para mi...? 

Foto de: Saptarshi Chakraborty

Puedes leer el relato de este encuentro
en: San Mateo cap. 18 
San Marcos 9: 33-37
San Lucas 9: 46-48

martes, 26 de marzo de 2013

Buenos amigos

Encuentros con Jesús,
un Salmo hecho Vida





y tuya, Señor, es la misericordia,
pues Tú pagas a cada uno
conforme a su obra.
Salmo 62: 12


Hoy quiero referirme al encuentro con Jesús, de un hombre incapacitado para movilizarse por si mismo. Fue llevado por cuatro de sus amigos. Ellos decidieron llevarlo ante Jesús, asumiendo todos los costos y desafiando todos los obstáculos en el camino.

Quizás el primer desafío fue convencer al enfermo, que seguramente ya estaba resignado a su suerte; probablemente vivía de la buena voluntad y generosidad de sus vecinos, sin más horizonte que su cuarto o su "metro cuadrado".  
Una cosa es querer ayudar al amigo y otra es caminar con él, cargando  todo su peso, hasta el lugar donde Jesús se encuentra. Cuando llegan al lugar se enfrentan al segundo desafío; una multitud rodea al Maestro, es impensable llegar a su lado y entonces surge la creatividad, la osadía y el esfuerzo supremo: todo por un amigo.
El relato bíblico dice que subieron con el enfermo hasta la azotea, "quitaron parte del techo... y,  a través de la abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico". Más y más esfuerzo físico, más y más coraje, probablemente, desafiando hasta la voluntad del enfermo que muchas veces habrá protestado diciendo - gracias amigos, volvamos a la casa, es imposible ver a Jesús.

La compasión de Jesús es tanta que no sólo levanta, sano y salvo, al paralitico sino que también ve "la fe de ellos", la de los amigos, que jamás dudaron que el Señor tenía lo que el enfermo necesitaba.

La tenacidad de los cuatro amigos me lleva a examinar mi propia actitud frente a las personas cercanas que están postradas física o emocionalmente.  Tristemente somos muy proclives a abandonar a quienes más ayuda necesitan.

El salmista nos desafía a confiar en el poder de Dios y en su misericordia; los cuatro amigos nos invitan a recorrer "contra viento y marea" el camino largo y difícil del amor en acción, el mismo que recorre Cristo, a favor nuestro.

Imagen tomada de la web

El relato al que me he referido lo puedes encontrar
en: San Marcos cap. 2 
también en: San Mateo cap. 9 y en San Lucas cap. 5



lunes, 25 de marzo de 2013

Un gesto de fe

Encuentros con Jesús,
un Salmo hecho Vida



Jehová, Dios mío,
a ti clamé y me sanaste.
Salmo 30: 2

Este Salmo de David, bien pudo haber sido recordado por la mujer que tocó el manto de Jesús y obtuvo sanidad.

El Evangelio según San Marcos nos relata un hecho conmovedor. Se trata de una mujer que buscó a Jesús como el último recurso para una cruel enfermedad  -¿no son crueles todas las enfermedades?
En este caso, ella "desde hacía doce años padecía de flujo de sangre y había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía y de nada le había servido" (*)

Aparte de todas las molestias propias de la enfermedad, sin duda, ella sufría la discriminación y el rechazo de todos,  porque según la tradición judía, el flujo de sangre la hacía inmunda, impura, tabú. Cualquier persona que ella tocaba quedaba también impura.

La imagino saliendo a escondidas de su casa, acercándose a la multitud, tratando de pasar inadvertida, para luego poner todo su ser en ese gesto osado y arriesgado: tocar el manto del Maestro.
La mujer fue sanada al instante, sin mediar palabra alguna, sin intervención humana. Es sólo el acto de fe, el gesto sencillo, decidido y audaz que no pasa desapercibido para el Señor.

Parece insólita la pregunta de Jesús en medio de la multitud que lo rodeaba y lo apretaba: ¿Quién me ha tocado?. Pero entendemos que esta es la manera como el Señor confronta a la mujer. Ya está sana de su enfermedad, pero todas sus reservas espirituales y emocionales están agotadas.  Me encanta pensar que en cada encuentro personal, Jesús se interesa por el ser humano en forma integral; es tan importante la salud del cuerpo como la renovación espiritual y emocional. Su mirada de compasión es autoridad, dulzura y, finalmente le dice a la mujer: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad"

Para esta mujer, un decidido gesto de fe le trae:

·         dignidad: Jesús la llama "Hija"
·         salvación: liberación y alivio
·         paz: la paz de Dios
·         sanidad: por el poder de Dios 
·         libertad: para ir y venir a su gusto


¡Gracias Señor, porque vine a Ti y me sanaste!

Pintura: "Fe"
David-Esau Gil

(*) San Marcos cap. 5: 25-34

domingo, 24 de marzo de 2013

La grandeza de lo pequeño

Encuentros con Jesús,
el Salmo hecho Vida



Al que da alimento 
a todo ser viviente
porque para siempre
es su misericordia
Salmo 136: 25


Para iniciar esta semana tan importante para el mundo cristiano y para todos los que amamos al Señor de la Vida, quiero traer algunos eventos narrador en los santos Evangelios,  y que componen una serie de encuentros personales con Jesús, mirándolos como  "Un salmo para el camino".

Es muy conocido el episodio aquel, registrado en el Evangelio según San Mateo,  cuando Jesús, conmovido por la multitud que lo seguía, multiplicó "siete panes y unos pocos peces" para darles de comer.

Para este banquete inesperado, donde más de 4.000 personas participaron, fueron suficientes unos pocos panes y algunos pececillos; recursos muy limitados que puestos en las manos del Señor alcanzaron dimensiones insospechadas.
El detalle que quiero destacar en el relato del evangelista, es que el milagro no solamente cubrió las necesidades de la multitud reunida en aquel lugar, sino que dejó un excedente de siete canastas. Podemos suponer que alcanzó incluso para personas que no estuvieron presentes, que sólo escucharon las novedades.
Así es la bendición del Señor y sus dádivas de amor: hasta que sobre-abunde, porque para siempre es su misericordia.

No importa cuán pequeño sea lo que ponemos a disposición del Señor, es su gracia y su misericordia lo que hará algo maravilloso, una bendición multiplicada que no sabemos dónde terminará, porque para siempre es su misericordia.

Pintura: "El milagro de los panes y los peces"
James Tissot

sábado, 23 de marzo de 2013

Con la sencillez de un niño



Salmo 131

Señor, mi corazón no es orgulloso;
mis ojos no son altivos.
No me intereso en cuestiones demasiado
grandes
o impresionantes que no puedo asimilar.
En cambio, me he calmado y aquietado,
como un niño destetado que ya no llora
por la leche de su madre.
Si, tal como un niño destetado es mi alma
en mi interior.
Oh Israel, pon tu esperanza en el Señor,
ahora y siempre

Este es un salmo escrito por David y seguramente habla de él mismo.
Es un verdadero poema a la humildad y a la confianza en Dios. Se trata de un corazón santificado y una vida sencilla cuya mayor riqueza es disfrutar el amor del Señor.

Por otra parte es de una gran ternura el ejemplo del niño destetado.
Un niño que es amamantado desarrolla un apego especial con su madre. Pero el tiempo del destete suele ser un tiempo crítico y muchos niños lo resienten, incluso hacen "pataleta". Hasta que llega el momento en que el niño aprende que es suficientemente bueno el sólo hecho que la madre esté presente y que si se ausenta, ella volverá con nuevas caricias. Ya no hay privilegios especiales pero está la seguridad del hogar.

David nos invita hoy a poner nuestra esperanza y toda nuestra confianza en el Señor. Mientras hacemos nuestro trabajo, en la sencillez de nuestra actividad cotidiana, que bueno es saber que Dios está presente. La vida espiritual crece y se desarrolla, no en lo extraordinario y grandioso sino, en la serena comunión, en la silenciosa entrega del "corazón destetado, y aquietado"

¡Oh Señor, me apropio hoy de la oración del salmista:

Que mi corazón no sea orgulloso; que mis ojos no sean altivos.
Que mi interés no esté en cuestiones demasiado grandes
o impresionantes que no pueda asimilar.
Que esté en calma y quietud, como  un niño destetado 
que ya no llora por la leche de su madre.
Si, que tal como un niño destetado sea mi alma en mi interior.


Pintura: Jessie Willcox Smith

viernes, 22 de marzo de 2013

Sed de Dios




Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo.
¿Cuándo vendré y me presentaré
delante de Dios?
Salmo 42: 2

Este es un salmo donde se percibe un diálogo íntimo, una búsqueda imperiosa e impostergable; es la urgencia por encontrar a Dios, 
sed de Dios, del Dios vivo.

Quizás la manera más gráfica de comprender esta sed de Dios es evocando el desierto, la tierra árida, estéril, sin vegetación. En el plano espiritual es así también y es la soledad y sequedad del alma la que anhela la fuente de agua viva, esa que "salta para Vida eterna", tal como Jesús le explicó a la mujer de Samaria.


¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?. Como todos sabemos, no hay un momento en nuestras vidas en que Dios no esté presente. Especialmente cuando nos sentimos atravesando un desierto, Él va a nuestro lado y va preparando el encuentro. Por eso se produce esa sensación tan dulce, cuando acudimos delante de Él y sentimos que nos sale al encuentro.

La ausencia de Dios es un desasosiego, un vacío ciego que clama sediento, día y noche. No es suficiente admitir que existe Dios, o sentirse cristiano, o creyente. Es el deseo apasionado por la presencia del Dios vivo, real y verdadero.
San Agustín dijo:  "Dios nos hizo para Él, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Él"


¡Oh Señor, sacia hoy nuestra sed de ti!


Pintura: Maxfield Parrish

jueves, 21 de marzo de 2013

Esperanza celestial



Defiende mi causa y redímeme;
vivifícame con tu palabra.
Salmo 119: 154

Hay ocasiones en que nos sentimos solos contra el mundo, porque el temor distorsiona la realidad. Esa parece ser la situación del salmista. Aquí su temor y aflicción se convierte en súplica: Defiende mi causa y redímeme. Es decir, "pelea mi batalla y redímeme",  también, "preséntate en mi lugar, libérame".

Son tres peticiones, para la misma situación. La primera, defiende mi causa, tiene relación con la injusticia y por supuesto Dios es el mejor abogado del mundo. La segunda surge de la impotencia ante una condición violenta que supera las propias fuerzas, y dice líbrame o redímeme. La tercera , representa la mayor humildad posible al dejar en claro la propia debilidad, un sentimiento de alguien que está a punto de desfallecer y clama, casi grita: "he quedado sin fuerzas", vivifícame.

Es verdad que no contamos con algo que nos haga inmunes a situaciones claramente injustas, pero tenemos un "Defensor de los inocentes", un Padre justo y lleno de bondad, que escucha nuestras súplicas y atiende nuestros ruegos y renueva nuestro ser interior.

¡Oh Señor, vivificamos hoy con tu Palabra!

Pintura: Erin Cone

miércoles, 20 de marzo de 2013

Dignidad y Privilegios




¿Qué es el hombre
para que tengas de él memoria...?
...
todo lo pusiste 
debajo de sus pies
Salmo 8: 4, 6


El salmo 8 es muy conocido, pero cada vez que lo leemos nos sobrecoge la grandeza de Dios y la maravillosa supremacía que le ha concedido al ser humano, sobre toda la creación.

·         Dios creó los cielos y la tierra... donde habitamos
·         Dios hizo el aire... nosotros lo respiramos
·         Dios nos dio una familia... nosotros la disfrutamos
·         Dios nos regaló amigos... nosotros los atesoramos
·         Dios provee alimentos... nosotros los degustamos

¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria...? Cuando notamos que nuestro ánimo está decayendo y la depresión está al acecho, es tiempo de reconocer la soberanía de Dios, meditando en estos versos, recordando todo lo que Él ha puesto 
a nuestra disposición.

El espíritu de recogimiento que hay en este salmo, ante la grandeza de Dios Todopoderoso, puede cambiar nuestros momentos de soledad en momentos de bendición. Porque la bondad y generosidad de  Dios no ha terminado. Él continua brindándonos todo para nuestro bien, nos coloca en un sitio de privilegio dentro de su obra maravillosa.

Todo lo pusiste debajo de sus pies. En esta frase hay también, un sentido mucho más profundo. La dignidad más completa y perfecta como seres humanos, la alcanzamos a través de Jesucristo, Varón Perfecto, bajo cuyos pies, todo queda dominado, incluso la muerte.


Ilustración: Rie Nakajima

martes, 19 de marzo de 2013

Un canto nuevo



Cantadle cántico nuevo;
¡hacedlo bien,
tañendo con júbilo!
Salmo 33: 3

Son muchos los salmos que nos invitan 
a cantar alabanzas a nuestro Dios.
Aquí el salmista nos invita a cantar un cántico nuevo. Es decir una alabanza espontánea, tal cual como la dicta el corazón agradecido, que reconoce las bondades y misericordias de Dios.

Pero, esto de hacedlo bien, ¿qué significa? y no sólo eso, tendríamos que preguntarnos qué significa
 "hacerlo bien" para el criterio de Dios.
Hay que reconocer que para cantar bien se requiere un mínimo de talento, cierta destreza musical que muchos de nosotros aunque nos esforzáramos, jamás lograríamos calificar para una aprobación de "bien". Además, tengo la impresión de que los mejores músicos y cantantes no son precisamente cristianos.

Desde mi punto de vista, la respuesta la encontramos en este mismo verso. Creo que  el Señor espera de cada uno de nosotros un canto sincero, del corazón, y "hacerlo bien" es: tañendo con júbilo.

Hoy, antes de cantar al Señor, Dios Todopoderoso, creo que es oportuno preguntarse:
¿Se ha vuelto, mi canto, monótono?
¿hay júbilo en mi canto, o sólo es un ritual?

Las misericordias del Señor, "nuevas son cada mañana"
¿se renueva mi canto al ritmo de las misericordias del Señor?

¡Oh Señor, que hoy nuestro canto alegre tu corazón
que sea nuevo, íntegro y jubiloso!


Pintura: "El Concierto"
Charles Fairfax Murray



Para tener en cuenta:
Nos han enseñado que la oración y la alabanza a Dios debe tener cierta forma y se debe hacer de determinadas maneras. 
Dejo aquí un cuento que ilustra cuán personal y efectiva puede ser la oración, tal como nace del corazón:

Un misionero español visitaba una isla, cuando se encontró con tres sacerdotes aztecas.
— ¿Cómo rezáis vosotros? —preguntó el padre.
— Sólo tenemos una oración —respondió uno de los aztecas—. 
Nosotros decimos: «Dios, Tú que eres infinito.  Acuérdate de nosotros.»
— Bella oración —dijo el misionero—. Pero no es exactamente la plegaria que Dios escucha. 
Os voy a enseñar una mucho mejor.
El misionero les enseñó una oración y prosiguió su camino de evangelización. Años más tarde, ya en el navío que lo llevaba de regreso a casa, tuvo que pasar de nuevo por la isla. Desde la cubierta, vio a los tres sacerdotes en la playa, y los llamó por señas.
En ese momento, los tres comenzaron a caminar por el agua hacia él.
— ¡Padre! ¡Padre! —gritó uno de ellos, acercándose al navío—. ¡Enséñanos de nuevo la oración que Dios escucha, porque no conseguimos recordarla!
— No importa —dijo el misionero, viendo el milagro.
Y pidió perdón a Dios por no haber entendido antes que Él hablaba todas las lenguas.


lunes, 18 de marzo de 2013

Decisiones personales




Inclinaré al proverbio mi oído;
declararé con el arpa mi enigma.
Salmo 49: 4


Todos conocemos a personas que buscan cruzar la linea del conocimiento aprendido para intentar un camino nuevo y propio. Hay una gran seducción en lo que se presenta atractivo a los ojos, novedoso y desafiante, que invita a improvisar formas espontáneas de respuestas a lo que el camino ofrece. No importa la edad de las personas. Esta tentación es la más antigua que se conoce (la creencia popular la asocia con una manzana)


Inclinaré al proverbio mi oído. Proverbio es el conocimiento basado en la experiencia, para el salmista los proverbios están circunscritos al terreno de la fe y la sabiduría de Dios.
Recordemos lo que dice el Salmo 111: 
"El principio de la sabiduría es el temor del Señor"
Desde esta perspectiva, la decisión expresada en este verso es también la decisión de ser fiel a la ley moral de Dios. Es una decisión valiente, pero creo que no bastan las buenas intenciones. Todos los días, tenemos que pedir: "no nos dejes caer en la tentación... líbranos del mal". Creo que sin la ayuda de Dios y su santo Espíritu es imposible caminar sabiamente y en rectitud ante Dios.

Declararé con el arpa mi enigma. En otras palabras el salmista nos dice que mientras su corazón está inspirado, al sonido de la música, sus inquietudes, sus dudas, sus temores
y vagos presagios se disipan.
Todos conocemos esa expresión popular:
"quien canta su mal espanta"
Creo que la música en la adoración a Dios, no solamente eleva nuestro espíritu, sino también disipa nuestros temores, porque nos llena el alma del gozo sagrado y divino.

¡Oh Señor, ayúdanos hoy a tomar sabias decisiones!


Pintura de Violet Oakley
1874 - 1961

domingo, 17 de marzo de 2013

A través del tiempo




Hizo la luna para los tiempos;
el sol conoce su ocaso.
Salmo 104: 19

El Salmo 104 es un poema que celebra la creación de Dios. El salmista hace un recorrido por cielo, tierra y mar para decir lo que nosotros también podemos percibir: en toda la creación están las huellas gloriosas de Dios, el Creador.

En los tiempos en que fue escrito este salmo, la concepción cósmica del universo estaba muy lejos del rigor científico de nuestro tiempo; las ideas en torno al sol y la luna estaban más cerca del mito y la superstición y sin embargo cuando leemos hoy este verso:  Hizo la luna para los tiempos; el sol conoce su ocaso, nos resulta perfectamente coherente. Me emocionan estos detalles que, además, nos hablan de la sabiduría de Dios para lograr el entendimiento humano, usando la inspiración del salmista. Esto es lo que llamamos revelación.

Toda la obra que el salmista logra visualizar y admirar, es como un  gran lienzo majestuoso y colorido de la creación e inevitablemente surge la adoración a Dios:
¡Bendice, alma mía, a Jehová!
¡Aleluya!

¡Oh Señor, danos hoy la sensibilidad necesaria para alabarte
y reconocerte en cada detalle de nuestro entorno natural!

Pintura: Maxfield Parrish

sábado, 16 de marzo de 2013

El lugar correcto




Entonces dije:
"Enfermedad mía es esta;
traeré, pues, a la memoria
los años de la diestra
del Altísimo"
Salmo 77: 10

El salmista pasa de estar ensimismado en sus dolencias, 
a centrar su  pensamiento y su oración en Dios.

Traeré, pues, a la memoria... la diestra del Altísimo. Hacer un recorrido imaginario por acontecimientos del pasado no es un simple acto de nostalgia. Es avivar el fuego de la fe con corrientes de aire que vienen del trono de Dios, porque cada vez que Él interviene en nuestra vida deja una huella espiritual y eterna.
En los momentos difíciles, recorrer esas huellas es ir al lugar correcto para elevar nuestra oración.

Hay quienes han dicho que la oración es una forma de huir de la realidad y a mi me parece que en cierto modo es verdad. Representa la búsqueda de una respuesta, y tenemos que reconocer que esperamos que esa respuesta sea lo más pronto posible y lo más parecida a nuestros deseos. Pero desde la fe, ya sabemos que las oraciones son como una semilla que Dios hace germinar. En algunos casos lo hará en poco tiempo; en otros, tardará mucho; más tarde o más temprano acabará dando fruto.

Al salmista le basta su remembranza  para cambiar su estado de animo y surge su afirmación en el Señor. Más adelante, en este mismo salmo, dice:

Si, haré yo memoria de tus maravillas antiguas... Dios, santo es tu camino.

Pintura: Edward Hopper


viernes, 15 de marzo de 2013

El regalo del perdón



Pero en ti -Señor- hay perdón
para que seas reverenciado.
Salmo 130: 4


Hay perdón. Si, el Señor ofrece su perdón a todo aquel que confiesa su pecado. Un perdón gratuito, pleno y absoluto y esa es la razón por la cual podemos orar confiadamente el Credo de los Apóstoles: "creo en el perdón de los pecados". Pero tenemos que preguntarnos honestamente  si podemos orar lo que Jesús nos enseñó: "perdónanos, así como nosotros perdonamos..."  porque esta es una afirmación enfática e incuestionable. Si no perdonamos no seremos perdonados.

Hay muchas teorías humanistas en relación con el perdón. Pero frente a nuestro Dios no hay mucho que teorizar, porque la enseñanza de Cristo es muy clara y pasa por la cruz redentora que nos ofrece toda una simbología del perdón: la vertical nos recuerda el perdón y el amor de Dios; la horizontal nos recuerda por un lado el perdón y el amor al prójimo y por el otro el perdón y el amor a uno mismo. 

De mi propia experiencia:  Muchas veces cuando pedimos perdón a Dios lo que en realidad deseamos es ser disculpados. Con esto me refiero a esa idea que yace en el fondo del corazón, que nos hace pensar que en realidad no quisimos hacer nada malo, que no era esa nuestra intención o que fue inevitable hacerlo. Con esto, lo que esperamos en realidad es ser "absueltos" de toda culpa.

Para recibir el regalo del perdón de Dios es necesario decir: -si, cometí un pecado pero estoy arrepentido. Esa convicción la trae el Espíritu de Dios, la misma que hace exclamar al Hijo Pródigo - Padre he pecado contra el cielo y contra ti...  

Creo con toda mi alma, que Dios es suficientemente sabio y bondadoso para escuchar la confesión más inexcusable, descarnada y honesta, porque al fin de cuentas ¿Dónde podríamos escondernos de su mirada? ¿Qué podríamos ocultarle?

¡Oh Señor, gracias por el Amor con que nos perdonas!


Imagen tomada de la web

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