domingo, 19 de enero de 2014

Un paso adelante

Que retrocedan avergonzados
todos los que odian a Sión.


Que sean como la hierba en el techo,
que antes de crecer se marchita;
que no llena las manos del segador
ni el regazo del que cosecha.

Que al pasar nadie les diga:
«La bendición del Señor sea con ustedes;
los bendecimos en el nombre del Señor.»
Salmo 129: 5-8




Estas frases del salmo 129, francamente, preferiría que no existieran en "mi Biblia", aunque me impresiona la total sinceridad con que fueron dichas. Hay un enojo y una ira apasionada que bulle en el alma herida y hace exclamar al salmista:  "Que retrocedan avergonzados todos los que odian a Sión".

Es verdad es que Cristo no estaba presente en el escenario donde se desarrolla esta "historia", pero eso no alcanza para disculpar al salmista, porque él podía leer en el libro de Levítico: "No aborrecerás a tu hermano en tu corazón" (libro de Levítico 19:17). También podía leer en el libro de Proverbios: "cuando cayere tu enemigo, no te regocijes, y cuando tropezare no se alegre tu corazón" (Libro de Proverbios 24:17). 
Cuando Jesús enseñó, "amarás a tu enemigo" (San Lucas 6:27) no agregó nada nuevo a lo que el salmista ya sabía.

Una cosa quiero rescatar: los salmos no los entonaban  los peregrinos que eran perfectos. Eran personas como nosotros, cometían errores tal como nosotros hoy. Perseveraban en el camino pero no eran perfectos.
No sobrevivimos en el camino de la fe, atravesando angustias, enfrentando enemigos, soportando dolores o lidiando con las injusticias porque tengamos una resistencia extraordinaria. Tampoco es por nuestra capacidad de negar o incluso sobrellevar nuestras "cargas".  Perseveramos en el Camino porque Dios es fiel; porque Dios no se aparta de nosotros.

Recordemos el estribillo de este salmo:
Mucho me han angustiado desde mi juventud
—que lo repita ahora Israel—,
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme.

el Señor, que es justo,
me libró de las ataduras de los impíos.

sábado, 18 de enero de 2014

Paciencia y perseverancia


Mucho me han angustiado desde mi juventud
—que lo repita ahora Israel—,
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme.


Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella profundos surcos.


Pero el Señor, que es justo,
me libró de las ataduras de los impíos.

Salmo 129: 1-4




...pero no han logrado vencerme

Es conmovedor leer estos versos, probablemente es la voz de un anciano; alguien que mira hacia atrás y ve cómo ha sufrido y en medio de su sufrimiento, ha perseverado en su confianza en Dios y dice: pero no han logrado vencerme...  el Señor, que es justo, me libró de las ataduras de los impíos.

De fondo, en ese sufrimiento se puede ver, como en un espejo retrovisor, el sufrimiento del pueblo de Israel, sus años en Egipto, la esclavitud, el largo peregrinar por el desierto y como Dios mismo los  libró de las ataduras de los impíos.

Muchos de nosotros también hemos vivido 
del mismo modo, como cuando:  
Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella profundos surcos...

Fatigas, dolores, frustraciones, sueños rotos, quebrantos, traiciones, burlas, en fin...
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme

No han logrado vencerme gracias a la obra salvadora y el rescate amoroso de nuestro Salvador, el Hijo de Dios, quien me libró de todo tipo de ataduras.

foto. Isla Negra - Chile

viernes, 17 de enero de 2014

Alegría y prosperidad


Dichosos todos los que temen al Señor,
los que van por sus caminos.
Lo que ganes con tus manos, eso comerás;
gozarás de dicha y prosperidad.
En el seno de tu hogar,
tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa,
tus hijos serán como vástagos de olivo.
Tales son las bendiciones
de los que temen al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
y veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.
Que vivas para ver a los hijos de tus hijos.

¡Que haya paz en Israel!

Salmo 128



Dichosos todos los que temen al Señor,
los que van por sus caminos.

Este salmo nos presenta el  ideal de la felicidad para el pueblo hebreo: una familia numerosa, larga vida y una mesa llena de uvas y vástagos de olivo. 
En el centro de la felicidad está el temor al Señor. Un temor que se manifiesta en reverencia y gratitud.

Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. Son dichosos porque disfrutan la bendición de Dios. La Biblia nos muestra a lo largo de sus páginas que no hay mayor felicidad para un ser humano que contar con la bendición de Dios. La galería de héroes bíblicos, todos, recibieron la promesa de la bendición de Dios.
La bendición de Dios no es algo externo, puntual o pasajero. No se trata de tener "un buen día" o "un golpe de suerte". Es algo mucho más profundo y duradero: es fuerza vital y fortaleza, con la garantía de un Dios que multiplica sus dádivas generosamente.

Al comienzo de su "Sermón del monte" (Evangelio según San Mateo, cap. 5) nuestro Señor Jesucristo señaló explícitamente el camino de la alegría y la prosperidad diciendo:
Dichosos los pobres en espíritu,
porque el reino de los cielos les pertenece.
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
Dichosos los humildes,
porque recibirán la tierra como herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los compasivos,
porque serán tratados con compasión.
Dichosos los de corazón limpio,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos les pertenece.

Pintura: "Mi familia"
Joaquin Dorolla

jueves, 16 de enero de 2014

Una herencia de vida

Los hijos son una herencia del Señor,
los frutos del vientre son una recompensa.


Como flechas en las manos del guerrero
son los hijos de la juventud.


Dichosos los que llenan su aljaba
con esta clase de flechas.
No serán avergonzados por sus enemigos
cuando litiguen con ellos en los tribunales.

Salmo 127: 3-5




Los hijos son una herencia del Señor


El contexto histórico de estos salmos (120 al 134) que hemos estado revisando, está centrado en el peregrinaje que el pueblo hebreo realizaba para acudir al templo en Jerusalén. De distintos puntos geográficos se juntaban, probablemente familias completas, algunos con grandes sacrificios, y se acompañaban en el trayecto mientras entonaban estos salmos. Desde esta perspectiva, al leer nuevamente este hermoso salmo 127 podemos suponer la alegría de aquellos  que entonaron por primera vez este cántico, luego de "ponerse al día" con las novedades familiares, concluían en forma espontánea:  Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.

Una casa representa una familia y una familia coloca en el centro de atención a los hijos. - que si han crecido, si son buenos hijos o no lo son -, en fin, son muchos los pormenores que llenan la cotidianidad de una familia. 

Para estos peregrinos,  el quehacer de cada día y todos sus esfuerzos para "construir" la familia se encontraba "en el trayecto", en la periferia de la casa-ciudad-templo, y en el centro, como un corazón que palpita con alegría, está toda la obra de Dios mismo.

En un sentido mucho más amplio, nosotros somos esos peregrinos, que necesitan "construir" una alabanza y adoración a Dios, mientras Él se ocupa de guardar nuestra casa. En este trayecto, nos encontramos con muchas personas que pasan a convertirse en nuestra familia, hijos e hijas, hermanos y hermanas, tal como lo enseñó Jesús. Seremos dichosos teniendo muchos hijos, porque son una herencia del Señor.

El profeta Isaías nos muestra una promesa:
Y todos tus hijos serán enseñados por el Señor; 
y se multiplicará la paz de tus hijos.
Libro del Profeta Isaías 54:13


Pintura: Rosa Petherick

miércoles, 15 de enero de 2014

Trabajo y descanso

Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.
Si el Señor no cuida la ciudad,
en vano hacen guardia los vigilantes.


En vano madrugan ustedes,
y se acuestan muy tarde,
para comer un pan de fatigas,
porque Dios concede el sueño a sus amados.
Salmo 127:1,2



Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.

Este cántico parece contener las semillas gloriosas de un trabajo fructífero. Lleva implícita la bendición de Dios para los que someten todas sus acciones a la aprobación de Dios Todopoderoso.

Es un canto que lleva consigo el ritmo  del corazón humano que palpita en cada proyecto, sueño, tarea o actividad que emprende a la sombra del Omnipotente. En ese ir y venir, Dios, no solamente concede el sueño a sus amados, sino que además edifica la casa y cuida la ciudad.

El ritmo del que nos habla el salmista es el mismo que estableció Dios, cuando trabajó en la creación del universo. Trabajó y luego descansó y todo era bueno. Comprender y respetar ese ritmo es también un modo de honrar a Dios, que es el dueño absoluto de todo lo que existe.

Hay quienes han visto en este salmo la excusa perfecta para "dejar que las cosas ocurran", sin involucrarse demasiado, asumiendo una actitud pasiva "mirando los lirios..." (cf.: Evangelio San Mateo 6:28).
Desde mi punto de vista, el trabajo es una bendición que dignifica al ser humano y lo coloca en el escenario donde Dios mismo sigue trabajando. Pero el salmista nos advierte en relación con el trabajo obsesivo que poco a poco se va convirtiendo en un fin en si mismo.
El trabajo que es reducido a las dimensiones de nuestro ego y control nos separa de Dios, y lo que es más triste, se convierte en un pan de fatiga.

Necesitamos sabiduría del cielo para comprender que:
Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.


*****   *****   *****

Afilando el hacha - cuento
Los afanes y ansiedades de la vida cotidiana, en ocasiones nos atrapan y dejamos de lado el tiempo para adorar a Dios, el tiempo para recibir su instrucción, corrección y bendición. Te dejo este breve cuento para ilustrar esta idea. 

En cierta ocasión, un hombre joven llegó a un campo de leñadores, ubicado en la montaña, con el propósito de obtener trabajo. Durante su primer día de labores trabajó arduamente y como resultado, taló muchos árboles. El segundo día, trabajó tanto como el primero, pero su producción, fue escasamente la mitad del primer día. Al tercer día, se propuso mejorar su producción. Golpeó con furia el hacha contra los árboles, pero los resultados fueron nulos. 
Al ver el capataz el escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
"-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?"
El joven respondió: "-Realmente no he tenido tiempo de hacerlo, he estado demasiado ocupado cortando árboles".

martes, 14 de enero de 2014

Expectativas de gozo

Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los arroyos del desierto.


El que con lágrimas siembra,
con regocijo cosecha.

El que llorando esparce la semilla,
cantando recoge sus gavillas.

salmo 126:4-6


El que con lágrimas siembra,
con regocijo cosecha.

En estos versos el salmista nos describe la difícil senda de los que deciden vivir la aventura de la fe, comprometidos con el Señor. Un camino estrecho; un pasadizo bordeado, por un lado,  por la memoria de los grandes hechos del pasado que nos devolvieron la libertad, y por el otro, la esperanza concreta en las promesas de Dios, que sin importar lo que esté ocurriendo, el resultado será semejante al del que con lágrimas  siembra pero 
con regocijo cosecha.

El gozo no depende de si tenemos suerte para escapar de las dificultades, así como tampoco depende de nuestra buena salud, o de evitar el dolor, o de negar los problemas. El gozo del Señor es real aun en medio del dolor. Esta puede ser una frase carente de  veracidad para cualquier persona que no ha experimentado la misericordia de Dios. 
Porque el gozo del Señor no es un "pack", o un  "ofertón" que se adquiera en algún lugar "sagrado", y tampoco es una formula o receta que se pueda seguir. El gozo del Señor es la consecuencia natural del cumplimiento de la oración: 

Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los arroyos del desierto.

Desde esta perspectiva se puede entender que un hombre prisionero, en una celda inhóspita, húmeda y oscura pueda aconsejarnos:

Alégrense siempre en el Señor. 
Insisto: ¡Alégrense! 
Que su amabilidad sea evidente a todos. 
El Señor está cerca. 
No se inquieten por nada; 
más bien, en toda ocasión, 
con oración y ruego, 
presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. 
Y la paz de Dios, 
que sobrepasa todo entendimiento, 
cuidará sus corazones 
y sus pensamientos en Cristo Jesús.
(Apóstol Pablo a los Filipenses 4:4)


foto: fuente

lunes, 13 de enero de 2014

Alegría plena

Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos,
nos parecía estar soñando.


Nuestra boca se llenó de risas;
nuestra lengua, de canciones jubilosas.

Hasta los otros pueblos decían:
«El Señor ha hecho grandes cosas por ellos.»

Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.

Salmo 126. 1-3




El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.

Dicen que los niños ríen unas 400 veces al día, mientras los adultos solo lo hacen unas 15 veces al día. Estas cifras demuestras que poco a poco, no solamente vamos envejeciendo, sino que además vamos perdiendo la alegría y la capacidad de disfrutar los tesoros (¡existen!) que se encuentran entre los pliegues del gran lienzo de cada día, especialmente si somos conscientes del cuidado amoroso de nuestro Padre Dios. Paradojalmente, la industria del entretenimiento, la diversión y el juego, ha crecido en forma desmedida.

El gozo del que nos habla este Salmo es una consecuencia de la decisión de vivir confiando por completo en la bondad del Señor.

Para el salmista, el mayor gozo es ser parte de una historia de liberación. Las asombrosas intervenciones de Dios en la vida del pueblo de Israel, historias de cautiverio y libertad, experiencias de vida relatadas en primera persona y traspasadas de generación en generación son una fuente inagotable de bendición, celebración y profunda alegría.

La palabra Sión hace referencia a Jerusalén, la llamada ciudad santa; pero me parece que puede tener una significación especial para nosotros hoy, como capital espiritual de todos los cristianos. Sión. La ciudad de Dios; el lugar de nuestro gozo, la recuperación de nuestra libertad espiritual.
Celebremos con gozo el regreso a la "ciudad de Dios" donde podemos ser como niños que disfrutan la alegría más sincera, en el regazo del Buen Padre Dios.

Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.



Ilustración de Jennie Harbour



domingo, 12 de enero de 2014

Lo que nos protege

Haz bien, Señor, a los que son buenos,
a los de recto corazón.

Pero a los que van por caminos torcidos
deséchalos, Señor, junto con los malhechores.

¡Que haya paz en Israel!
Salmo 125: 4, 5



Haz bien, Señor...
a los de recto corazón

Los primeros versos de este salmo,  comparan la fortaleza espiritual que Dios nos da, con los montes que rodean la ciudad de Jerusalén.
Las personas que practican montañismo saben lo peligroso que es adentrarse en la alta montaña, solos y desprovistos de un equipamiento  adecuado. En los tramos de mayor riesgo, los escaladores se amarran unos a otros. De este modo el más diestro y experimentado va al frente abriendo camino; mientras los demás apoyan el trabajo, y  si eventualmente alguien resbala,  la firmeza de sus compañeros anclados a la roca, impedirá que caiga al vacio.

Caminar en compañía, participar en la comunidad de creyentes, no solo es enriquecedor sino también saludable y estimulante para nuestra fe. Sentirnos acompañados no disminuye el riesgo pero nos ayuda a perseverar en el camino correcto, junto a nuestro Señor y Dios Todopoderoso.

¿Cómo podríamos estar seguros de que en algún momento no formaríamos parte de aquellos, de quienes el salmista nos advierte, "los que van por caminos torcidos"? - Sólo la gracia de Dios y el estímulo de los compañeros de ruta nos pueden ayudar a permanecer en el Camino correcto, sabiendo que:


Como rodean las colinas a Jerusalén,
así rodea el Señor a su pueblo


Fotografía: Parque nacional Conguillio - IX Región -Chile
Fotógrafa: Linde Waidhofer

sábado, 11 de enero de 2014

Montes y colinas

Los que confían en el Señor
son como el monte Sión,
que jamás será conmovido,
que permanecerá para siempre.

Como rodean las colinas a Jerusalén,
así rodea el Señor a su pueblo,
desde ahora y para siempre.
No prevalecerá el cetro de los impíos
sobre la heredad asignada a los justos,
para que nunca los justos extiendan
sus manos hacia la maldad.
Salmo 125:1-3




Los que confían en el Señor
son como el monte Sión,
que jamás será conmovido,
que permanecerá para siempre

La gente de fe, los cristianos tenemos la misma necesidad de protección que tienen todas las personas.  La diferencia está en que nosotros somos conscientes de esa necesidad y nos hemos refugiado en la fortaleza que es nuestro Dios, que permanece para siempre.

El salmista utiliza la geografía para ilustrar esta verdad. Jerusalén estaba emplazada en un lugar rodeado de colinas. Como una fortaleza natural, sus colinas eran su baluarte, mejor que murallas, resultaban ser sus límites naturales y garantizaban su seguridad.

Este salmo nos invita a sentirnos como si estuviésemos sentados en el centro de Jerusalén, la ciudad fortificada por sus colinas. Aun con nuestra fe tan precaria y fluctuante, Dios Todopoderoso nos rodea con su fidelidad y su misericordia. Él es quien provee firmeza en  nuestra vida y perfeccionará su Amor en nuestra historia personal.


Como rodean las colinas a Jerusalén,
así rodea el Señor a su pueblo,
desde ahora y para siempre.



Fotografía: Parque nacional Conguillio - Volcán Llaima -Chile
Fotógrafa: Linde Waidhofer

viernes, 10 de enero de 2014

Amenazas rotas

Bendito sea el Señor, que no dejó
que nos despedazaran con sus dientes.
Como las aves, hemos escapado
de la trampa del cazador;
¡la trampa se rompió,
y nosotros escapamos!
Nuestra ayuda está en el nombre del Señor,
creador del cielo y de la tierra
.

Salmo 124: 6-8




Nuestra ayuda está en el nombre del Señor


Este salmo 124 no da explicaciones en relación a cómo o de qué manera Dios actúa en nuestro medio. Lo que el salmista hace es enfatizar que en medio de las diversas dificultades que enfrenta, recibe la ayuda oportuna de Dios.

¿Quién no se ha sentido entrampado o amenazado de muerte?
En esas circunstancias, el mismo Dios que dio orden y organización a un mundo caótico en el principio, es quién nos rescata, nos libera, nos reconforta, rompe las trampas y destruye las redes que nos aprisionan. 

Bendito sea el Señor, que no dejó
que nos despedazaran... 

Nuestra ayuda está en el nombre del Señor 

El salmista va caminando y componiendo su adoración a Dios con girones de su propia historia, con retazos de experiencias pasadas donde queda en evidencia la ayuda precisa y eficaz de Dios Todopoderoso. El canto personal se va transformando en alabanza colectiva porque todos los que comparten el Camino conocen el tipo de ayuda que Dios brinda. La conocen porque la han recibido en más de alguna oportunidad.

¿De qué nos rescató el Señor?
¿Qué sería de nuestra vida hoy sin ese rescate oportuno? 

El mismo Dios y Padre que nos ayudó en el pasado, no ha cambiado y sigue siendo nuestra ayuda fiel. 

Fotografía de Ashley Leazer

jueves, 9 de enero de 2014

La ayuda efectiva

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
—que lo repita ahora Israel—,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
cuando todo el mundo se levantó contra nosotros,
nos habrían tragado vivos
al encenderse su furor contra nosotros;
nos habrían inundado las aguas,
el torrente nos habría arrastrado,
¡nos habrían arrastrado las aguas turbulentas!

Salmo 124: 1-5



Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
cuando todo el mundo se levantó contra nosotros,
nos habrían tragado vivos
al encenderse su furor contra nosotros

Este salmo 124 pertenece al grupo de salmos llamados "Cánticos de los peregrinos". Son los salmos 120 al 134. Es probable que estos salmos hayan sido cantados uno por uno, encadenados, como quien va hilando perlas preciosas;  mientras "subían" a Jerusalén para celebrar las grandes fiestas de adoración a Dios.

Cada cántico es una expresión de fe, una forma de "caminar" dejando atrás dudas y temores. En particular este salmo 124 es el testimonio del salmista y de todas las personas que lo acompañan. 
Las palabra brotan de la experiencia de vida. La irrefutable experiencia de haber enfrentado la muerte, el peligro, el torrente tempestuoso y de haber vivido  el rescate oportuno de Dios Todopoderoso.

La experiencia de estos peregrinos nos invita a poner en juego nuestra esperanza, nuestra fe y nuestro amor, arriesgándolo todo a los pies del Señor. Aun sabiendo que cada día es una aventura y que nuestra vida puede dar un giro inesperado en cualquier momento.


Así que podemos decir con toda confianza:



"El Señor es quien me ayuda; no temeré..."
Libro de Hebreos 13:6

Pintura: Tatiana Deriy

miércoles, 8 de enero de 2014

Compasión y libertad

Compadécenos, Señor, compadécenos,
¡ya estamos hartos de que nos desprecien!


Ya son muchas las burlas que hemos sufrido;
muchos son los insultos de los altivos,
y mucho el menosprecio de los orgullosos.

Salmo 123:3,4




Compadécenos, Señor, compadécenos

este mismo verso en otra versión:
"Ten misericordia de nosotros,
oh Señor, ten misericordia de nosotros"

Vivimos bajo la misericordia de Dios. Podemos entregarle a Él todos nuestros conflictos en un diálogo abierto y de confianza.

Dios ejerce su poderío y su soberanía sobre todas las cosas y sobre todo lo que existe. La distancia entre  Él y nosotros es enorme porque Dios sigue siendo eterno, santo, infinito y perfecto; pero al enviar a su Hijo Jesús a vivir entre los hombres esa distancia se acortó drásticamente.
Me encanta como  ha traducido el teólogo contemporáneo Eugene H. Peterson, el versículo 14 del primer capítulo del Evangelio según San Juan:

El Verbo se hizo hombre
y se mudó al vecindario.
Vimos la gloria con nuestros propios ojos,
la gloria única
como el Padre, así el Hijo
generoso por dentro y por fuera
verdadero de principio a fin


Mudarse a nuestro "vecindario", a nuestra "aldea global", es el gesto de Amor supremo de Dios. Por una parte nos deja vislumbrar algo de la gloria de Dios y por otra parte, los ojos de Jesús miran con compasión toda la contingencia humana del diario vivir.  El Señor  se compadece de nuestras limitaciones, nuestras carencias, nuestra pequeñez de telenovela en la que muchas veces quedamos atrapados.

El salmista expresa confiadamente, con entera libertad, todo lo que está en su corazón, porque conoce la misericordia de Dios, que no ha cambiado y está disponible hoy para nosotros, sus hijos.

Fotografía de Helmut Ignat
(National Geographic)

martes, 7 de enero de 2014

Pidiendo con libertad

Hacia ti dirijo la mirada,
hacia ti, cuyo trono está en el cielo.

Como dirigen los esclavos la mirada
hacia la mano de su amo,
como dirige la esclava la mirada
hacia la mano de su ama,
así dirigimos la mirada al Señor nuestro Dios,
hasta que nos muestre compasión.
Salmo 123: 1,2




Hacia ti dirijo la mirada,
hacia ti, cuyo trono está en el cielo

El salmista pone como ejemplo de dependencia de Dios la actitud de un esclavo hacia su amo.  En términos generales, se trata de una relación de poder y autoridad. Estamos hablando de un servidor. De esta manera Dios es exaltado en su poder, autoridad y soberanía absoluta sobre todo lo que existe.

El profeta Isaías, cuando muestra su visión profética del Mesías, el Hijo de Dios en forma de hombre, Jesús de Nazaret, lo presenta como un siervo y este es quizás el mejor ejemplo de servicio a Dios. El Apóstol Pablo dice: 
y estando en la condición de hombre, 
se humilló a sí mismo, 
haciéndose obediente hasta la muerte, 
y muerte de cruz. 
(Fil. 2:8)

Nadie tiene como meta o propósito de vida llegar a ser un siervo-esclavo y vivir sometido a una autoridad superior, sin derecho "a voz ni a voto"; actuando siempre según los deseos, decisiones e intereses de alguien que finalmente ni siquiera sabemos cómo piensa. No aspiramos a ser ese tipo de persona porque tenemos una gran opinión de nosotros mismos. 
Pero si de verdad deseamos conocer a Dios, el primer paso es reconocer su autoridad.

Recuerdo con mucha claridad el momento de mi propia conversión al camino de la fe en Dios. Uno de los pensamientos más decisivos fue darme cuenta que  no esperaba encontrarme con un Dios a la manera de un "rompecabezas" o un puzle, del que luego de resolver perdería todo interés.  Pero debo reconocer también que en ocasiones, "achicamos" a Dios relegándolo a la categoría de un "superhéroe" que resolverá "mágicamente" nuestros asuntos, a nuestra manera y, en nuestros términos. Allí mismo es cuando necesitamos la misericordia de Dios, para no olvidar que somos sólo "siervos".
Lo maravilloso es que Jesús, el Siervo Sufriente, nos dio un acceso directo a nuestro Padre Dios y nos enseñó que somos libres para dirigirnos a Él, buscando su Amor y compasión. Jesús nos diría hoy junto al salmista: dirijan a Dios su mirada, cuyo trono está en el cielo... En las palabras del Evangelio de San Lucas:

Pidan a Dios y Él les dará
Hablen con Dios
y encontrarán lo que buscan,
llámenlo y él los atenderá.
Lucas 11:9



Pintura: "Girl with a pomegranate",1875 (Detalle)
William-Adolphe Bouguerea

lunes, 6 de enero de 2014

Paz y quietud

Pidamos por la paz de Jerusalén:
«Que vivan en paz los que te aman.

Que haya paz dentro de tus murallas,
seguridad en tus fortalezas.»


Y ahora, por mis hermanos y amigos te digo:
«¡Deseo que tengas paz!»

Por la casa del Señor nuestro Dios
procuraré tu bienestar.

Salmo 122:6-9


Que vivan en paz los que te aman


La paz a la que se refiere el salmista y en general las Sagradas Escrituras, es un concepto mucho más amplio que lo que nosotros entendemos por paz - mucho más que la ausencia de conflicto u hostilidad: la paz, shalom, es el obrar de Dios en favor de sus hijos, en justicia, equilibrio, libertad, serenidad y armonía.

Paz  es la palabra usada por Jesús Resucitado cuando se encuentra con los suyos, cuando los límites humanos son traspasados por aquel que se levantó de entre los muertos para asegurar nuestra paz y con esa autoridad dijo: 
Mi paz les dejo, mi paz les doy. 
No la doy como la da el mundo 
(Evangelio San Juan 14:27)

Paz de Dios es la intimidad misma con Dios, donde somos aquietados porque Él se "hace cargo" de todas nuestras aprensiones, mientras trae salud a nuestra alma en el sentido más completo. 


Paz también es el tiempo del sosiego 
y la quietud a los pies de Jesús. 
Tenemos que reconocer que nos cuesta renunciar a la actividad y "entregarnos" al santo cuidado de Dios. Nos cuesta dar espacio para que Él se exprese y nos cuesta entregarle el control de nuestros conflictos más íntimos. 

Cada vez que nos acercamos al altar de la adoración a Dios, o cada vez que nos disponemos a la oración, nuestro diálogo interno continúa activo porque nos es muy difícil abandonar la "conversación" con nosotros mismo y, traer la dispersión de nuestros pensamientos a la sujeción de Dios para enfocarnos en el Dios de Paz.

El canto de los ángeles anunciando paz al mundo, por el nacimiento del "Príncipe de Paz", es la gran señal que nos enseña que la verdadera paz viene del cielo. Es un regalo de Dios para toda la humanidad, para todo ser humano que está dispuesto a recibirlo.
Es verdad que no hay condiciones o "prerrequisitos" para disfrutar la Paz de Dios; tan verdad como que no se consigue sin acercarse a Él, sin pedir de su paz, sin el anhelo profundo de vivir en la Paz de Dios.  

Y procurad la paz de la ciudad 
a la cual os hice transportar, 
y rogad por ella al Señor; 
porque en su paz 
tendréis vosotros paz.
Libro del Profeta  Jeremías 29:7


domingo, 5 de enero de 2014

Tiempo apartado para adorar

Yo me alegro cuando me dicen:
«Vamos a la casa del Señor.»
¡Jerusalén, ya nuestros pies
se han plantado ante tus portones!

¡Jerusalén, ciudad edificada
para que en ella todos se congreguen!
A ella suben las tribus,
las tribus del Señor,
para alabar su nombre
conforme a la ordenanza que recibió Israel.

Allí están los tribunales de justicia,
los tribunales de la dinastía de David.

Salmo 122:1-5


Yo me alegro cuando me dicen:
«Vamos a la casa del Señor.»


San Agustín decía que un cristiano debía ser 
"un aleluya de pies a cabeza".
Con esta frase quería significar lo mismo que el salmista enfatiza: la adoración a Dios. Una adoración que está centrada no en lo que recibimos de Dios o lo que esperamos de Él, sino en Dios mismo y todo lo que Él es en si mismo.

El salmista habla de ir a la casa del Señor, 
el templo, que se encontraba en Jerusalén.
Se sabe que topográficamente Jerusalén estaba en el sector más alto de la tierra de Palestina. Cada vez que los peregrinos caminaban dirigiéndose a Jerusalén, literalmente iban ascendiendo, y ese ascenso se convertía en una metáfora que representaba la disposición del alma orientándose hacia Dios. Gradualmente, los salmos y cánticos, iban componiendo esta adoración colectiva, en "un aleluya de pies a cabeza".

Al observar hoy con la distancia histórica correspondiente, a estos peregrinos, podemos comprender un poco mejor lo que significa adorar a Dios. Ellos dejaban sus aldeas, sus granjas o ciudades; se unían en verdaderas caravanas donde la voz del "vecino" era el eco de la propia voz, reforzando la alegría, dando cuerpo a la alabanza.

Me parece que la vida cristiana es mucho más que un escape silencioso a un jardín, donde podemos meditar sin interrupciones y hablar con nuestro Señor. Tampoco podemos pretender esperar hasta "sentir el deseo" de ir a la casa del Señor. Creo que Dios merece y espera nuestra adoración colectiva, como hermanos, en un espíritu, en una misma fe, con la misma alegría, con el mismo amor a Dios, nuestro Padre Todopoderoso. 

Pintura: "In the Church"
Nikolay Bogdanov-Belsky

sábado, 4 de enero de 2014

Sombra protectora

El Señor es quien te cuida,
el Señor es tu sombra protectora.
De día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te protegerá;
de todo mal protegerá tu vida.
El Señor te cuidará en el hogar y en el camino,
desde ahora y para siempre

Salmo 121:5-8


El Señor es quien te cuida,
el Señor es tu sombra protectora.

Una y otra vez este salmo nos recuerda quién es la persona más interesada en nuestro bienestar; quién es nuestro protector. Nos dice: El Señor es quien te cuida... El Señor es tu sombra protectora... el Señor te protegerá... El Señor te cuidará... para siempre.

¿Esto quiere decir que los cristianos tenemos una suerte de inmunidad a los rayos ultravioletas, o que no sufrimos insolación, o insomnio y, que nunca padecemos problema alguno? 
Definitivamente no es así.


Nuestra seguridad y confianza se basa en  que tenemos la promesa del Señor que ningún dolor, ningún accidente, ninguna aflicción, ninguna enfermedad, ningún problema que se nos presente, podrá interponerse entre nosotros y Dios. Nada nos puede privar de vivir bajo su gracia y sus santos propósitos.

En ocasiones tenemos la impresión que el gran Dios Creador del firmamento y las grandes bellezas del universo no puede ocuparse de nuestras pequeñeces cotidianas, porque sentimos que está "sobredimensionado" para atender un simple rasguño. Pensamos que está muy ocupado en asuntos muy serios e importantes como para intervenir en las "trivialidades"  que nos atormentan. 
En esas situaciones optamos por recurrir a un buen amig@, o buscamos cierta literatura de "auto-ayuda" que está de moda, en lugar de dirigirnos al Dios del Génesis, que con su sola palabra creó todo lo que existe y que es el mismo, que hoy nos 
guarda de todo mal.


El Señor es quien me cuida,
el Señor es mi sombra protectora

viernes, 3 de enero de 2014

Por encima de las montañas

A las montañas levanto mis ojos;
¿de dónde ha de venir mi ayuda?
Mi ayuda proviene del Señor
Creador del cielo y de la tierra

No permitirá que tu pie resbale,
jamás duerme el que te cuida.
Jamás duerme ni se adormece
el que cuida de Israel.
Salmo 121: 1-4


Mi ayuda proviene del Señor
Creador del cielo y de la tierra


Este es uno de aquellos salmos que muchos cristianos, llenos de fe, han repetido, orado y cantado. Pero, aquella primera vez que fue cantado, cuando seguramente el salmista estaba en dificultades, -¿por qué dirigió su mirada a las montañas?  
¿qué esperaba encontrar allí?

La silueta de la Cordillera de los Andes se recorta bajo el cielo chileno, en gran parte del territorio nacional. La majestuosidad de sus cumbres nevadas, especialmente después de un día de lluvia, es un espectáculo maravilloso. Es una imagen poderosa, que transmite solidez y firmeza. Pero la ayuda que yo necesito no viene de la montaña sino de quién la creó.

Aquella primera vez, el salmista rechazó la idea de una ayuda "natural". Su mirada se posó, probablemente, en las flores o en las estrellas pero su alma se elevó para encontrarse con el Creador. El Señor de toda la creación está por encima de las montañas, por sobre las fuerzas naturales y sobrenaturales. No necesitamos obtener una ayuda "suplementaria".

La presencia permanente del Señor, nuestro Dios y Padre, es lo que constituye nuestra experiencia de fe. Tenemos la certeza de que en nuestro ir y venir, en la actividad o el descanso, él guarda nuestra vida, nos cuida y nos abraza con Amor, ahora mismo; siempre.

Mi ayuda proviene del Señor
Creador del cielo y de la tierra 

jueves, 2 de enero de 2014

La luz



"Yo soy la luz..." - Jesús

La Luz... Es una de las imágenes más universales y gloriosas asociadas a Jesús, el Hijo de Dios.

En la introducción del Evangelio de San Juan, ya se menciona que aquella "luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo" (Juan 1:9). 
Más adelante, en el mismo Evangelio, encontramos la declaración de Jesús:

- Yo soy la luz del mundo, 
el que me sigue, no andará en tinieblas, 
sino que tendrá la luz de la vida.
Evangelio según San Juan 8: 12

La luz de Jesús y lo que su presencia en la tierra significó, para ese momento histórico, es comparable con la luz creada por Dios, en el mundo caótico y desolado del principio. Dios solo dijo: "Sea la luz y la luz fue hecha" y con esta luz comenzó a ordenar y a crear todo lo que existe.

Juan, el apóstol dice: "Dios es Luz y no hay ningunas tinieblas en Él" (1 Juan 1:5)

Tal como al inicio, cuando Dios trajo la luz a un universo desordenado y vacío, la luz de Jesús cuando llega a nuestro mundo personal, deja en evidencia nuestro propio caos, confusión y desolación. Su luz nos inunda y a su paso va derribando las tinieblas, para dar paso a la esperanza, el orden, el bien-estar, el sosiego y la paz interior. Es como todas las bendiciones de Dios: se multiplica a nuestro alrededor con generosidad.

Tenía mucha razón el salmista al cantar:
Porque contigo está
el manantial de la vida;
en Tu Luz veremos la Luz
Salmo 36: 9


Foto: Pilares de luz en Jackson, Wyoming, estados Unidos
foto de Tristan Greszko

Los pilares de luz son un fenómeno creado por la luz
reflejada en los cristales de hielo que se encuentran
en la atmósfera

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