martes, 3 de julio de 2012

Mis suspiros



Mi boca abrí y suspiré,
 porque deseaba
Tus mandamientos
Salmo 119: 131


Mi boca abrí y suspiré. No sabemos si lo que hace suspirar al salmista es solamente el deseo ferviente y la urgencia por la Palabra de Dios, los "mandamientos",  o si en ese gesto hay algún otro sentimiento.


Cuando oramos, cuando nos presentamos ante Dios en oración, podemos  llevarle todo lo que está en nosotros. No solamente lo que hemos aprendido o lo que "deberíamos". Con lágrimas, con sudor, con lamentos, con ansiedad o con suspiros... con nuestra verdad; Dios nos acoge en su misericordia y su Palabra nos reconforta.


Sin duda, una de las grandes enseñanzas del Libro de Los Salmos, es que Dios está dispuesto a escuchar nuestra voz. Una voz llena de quejas, lamentos y suspitros, más que de gratitud, alabanza y gozo. Y cuando le entregamos nuestra sincera oración, su corazón de Padre es movido a misericordia.


Gracias Señor, por tu misericordia y tu gran Amor

Pintura: Pablo Picasso

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