lunes, 18 de noviembre de 2013

En comunicación directa



Porque yo sé los pensamientos
que tengo acerca de vosotros,
dice el Señor,
pensamientos de paz, y no de mal,
para daros el fin
que esperáis.
Entonces me invocaréis,
y vendréis y oraréis a mí,
y yo os oiré;
y me buscaréis y me hallaréis,
porque me buscaréis
de todo vuestro corazón.
Libro de Jeremías 29:11-13

Estos versos son parte de una carta que el Profeta Jeremías escribe a los exiliados de Israel, en Babilonia.

A lo largo de  nuestra vida, todos experimentamos en más de alguna oportunidad el exilio. Esta experiencia interna la vivimos incluso, sin habernos movido de la calle en la cual nacimos. Somos exiliados del vientre materno para comenzar a vivir en un ambiente extraño y duro. Luego somos exiliados en nuestra tierna infancia, del dulce refugio del hogar, para ingresar al demandante y a veces aterrador mundo escolar... Somos exiliados de nuestros lugares de nacimiento para ir a establecernos en  otro país u otra ciudad, por las más complejas razones... El denominador común del exilio es un ambiente indeseado, donde todo está fuera de lugar, donde todo nos violenta.

La carta de Jeremías está dirigida quienes están viviendo la experiencia del exilio; son personas sin esperanza, entristecidas hasta la amargura y la desidia, deseando perderse en el olvido. Y como siempre acontece entre los seres humanos, algunos no aceptaron las instrucciones y la  promesa del Señor. Pero otros encontraron en las palabras del Profeta aquello que es esencial en la vida humana, y eso esencial es Dios mismo.

En nuestro caso:  - ¿Qué haremos cuando nos sintamos en exilio? - ¿Entraremos en una constante queja y desaliento? - Podemos abandonarnos a la tristeza y la soledad, o evadirnos con fantasías y sueños vacíos; o bien considerar las palabras del Profeta.

Creo que es importante comprender que nuestro bienestar espiritual no depende de las circunstancias que nos rodean. El exilio puede ser una oportunidad que nos revelará lo que es verdaderamente importante. La libertad para buscar al Señor con todo nuestro corazón. 

El salmista parece responder al Profeta Jeremías, cuando dice:
En Tí confiarán los que
conocen Tu nombre,
por cuanto Tú, Oh Señor
no desamparaste
a los que te buscaron
Salmo 9: 10


Pintura: William Powell Frith

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