Bendice, alma mía
a Jehová;
Y bendiga todo mi ser
su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno
de sus beneficios.
El es quien perdona
todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias
Salmo 103:1,2,3
En muchas ocasiones el Salmista parece relatarnos el diálogo interno, aquel que se produce cuando está ante el altar de Dios. Un llamado a la sujeción de los pensamientos para enfocarse en la adoración a Dios, desechando cualquier otro pensamiento.
Bendice alma mía, es un llamado a disponer todo el ser y todos los sentidos a la alabanza a Dios.
Bendice alma mía, es un llamado a disponer todo el ser y todos los sentidos a la alabanza a Dios.
Bendiga todo mi ser su Santo Nombre. Otra traducción dice: "bendigan todas mis entrañas su Santo nombre". Se compromete todo el ser, no sólo el espíritu, sino cuerpo y alma.
No olvides. Cuando ya hemos superado los malos momentos, somos proclives a olvidar. La memoria es una especie de tamiz, un cedazo, donde va quedando lo mejor. Aquí el Salmista tiene la profunda certeza de haber sido liberado, salvado y perdonado por Dios. Entonces, desde este estado de serenidad comienza su canto de reconocimiento y alabanza a Dios.
No olvides ninguno de sus beneficios. La fidelidad y el gran amor de Dios merecen el esfuerzo de traer a la memoria experiencias pasadas, aquellas que ponen en evidencia su intervención y su misericordia.
Mirando hacia atrás podemos darnos cuenta de qué cosas o circunstancias nos ha librado Dios. Cómo ha limpiado nuestra conciencia trayéndonos a la paz del perdón, brindándonos nuevas posibilidades de vida. Y cuando todo está bien, también es Dios, en su misericordia, quien ordena y sustenta nuestra "normalidad"
¡Bendice alma mía a Jehová
y no olvides ninguno de sus beneficios!
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