¡Bendito su nombre glorioso
para siempre!
¡Toda la tierra sea llena
de su gloria!
¡Amén y Amén!
Salmo 72: 19
Pocas veces a lo largo de nuestro día a día, nos detenemos para bendecir el nombre de nuestro Dios. Bendecir es bien-decir, hablar bien de alguien, con elogios, con palabras de alabanza.
Bendecir el nombre de nuestro Dios es unirnos al lenguaje universal, de cielo, mar y tierra que reconoce a su creador. Bendecir a Dios es levantar con alegría la voz del corazón, en un gesto sencillo como su propio latido, para decir -aquí estoy Señor para adorarte.
Este es un salmo de David y lo termina con dos "Amén". Dice la tradición, que Amén es el sello de una oración; en este caso un Amén pertenece a este mundo y con el segundo Amén la oración queda sellada por la eternidad.
¡Bendito sea el nombre de mi Dios!
¡Bendito sea el nombre de mi Dios!
Pintura Jacqui Beck
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