Porque no quieres sacrificio,
que yo lo daría;
no quieres holocausto.
Los sacrificios de Dios
son el espíritu quebrantado;
al corazón contrito y humillado
no despreciarás tú, Oh Dios
Salmo 51:16,17
Este Salmo de David es muy conocido como el Salmo del arrepentimiento. Vale la pena leerlo completo.
Recordemos que aquí David es el rey de Israel y ha enviado a un general al frente de batalla, directamente a la muerte, para quedarse con la esposa de ese hombre.
En los versos que he transcrito David, que es conocedor de los ritos establecidos para la purificación, quizás reconociendo la magnitud de su falta, muestra el dolor de haber ofendido a Dios y se da cuenta que el perdón no depende de algo que él pueda hacer o decir. El perdón es un regalo de Dios para quien muestra arrepentimiento profundo y sincero.
A diario cometemos faltas y ofendemos a Dios. Pero es el sentimiento de culpabilidad, la auto-censura, lo que más puede agobiarnos.
Todos necesitamos un corazón humilde, para reconocer nuestros errores y llegar a sentir que hemos sido perdonados y restablecer nuestra relación personal con Dios.
Escuché una definición de misericordia que señala misere-cardio: Dios pone su propio corazón en nuestra miseria.
Imagen
Corazón - Instalación
Francisco Smythe
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