jueves, 21 de julio de 2011

Efímero



El hombre, como la hierba
son sus días;
florece como la flor del campo,
que pasó el viento por ella
y pereció,
y su lugar ya no la conocerá más,
Salmo 103:15,16

El concepto de fugacidad de la vida que elabora el salmista no guarda relación con la autoestima desmedida o la autoreferencia en la que a diario nos movemos, especialmente cuando nos sentimos seguros y dueños de las circunstancias.
Una vez más el salmista nos recuerda nuestra pequeñez ante la inmensidad y la eternidad de Dios. Sin embargo aun la hierba y la humilde flor del campo, que brota en forma espontánea, tienen su momento de gloria. Alegran al caminante, participan en el ciclo nutricio de la tierra y el medioambiente. 
Así también la vida del hombre, aunque es efímera, puede brillar y florecer con esplendor cuando vive en contacto con el Creador, Dios Padre eterno.
Su lugar ya no la conocerá más. Me agrada este sentido de fugacidad. Me recuerda que hay un final. Nuestra existencia quedará "escondida" en Dios mismo. Nuestro tiempo será desleído en la eternidad de Dios.

Oh Señor, ayúdame a vivir con esperanza, 
sin olvidar que sólo Tú permaneces para siempre


Amapola en el campo, Ginegra
Fotografía de Gülen Erendag Legrand
National Geographic

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