miércoles, 24 de julio de 2013

La pronta respuesta




Cuando te llamé, me respondiste;
me infundiste ánimo y renovaste
mis fuerzas
Salmo 138: 3
NVI

Me parece que todos los cristianos hemos escuchado, en más de alguna ocasión, relatos relacionados con la eficacia de la oración; situaciones en las cuales Dios ha intervenido en forma sobrenatural, como respuesta a una oración.

El salmista dice: Cuando te llamé, me respondiste. No hay duda que se trata de una situación de peligro y aflicción; pero toda su esperanza está puesta en Dios Todopoderoso, que escucha la oración y responde infundiendo ánimo y valor.
"Las palabras sin sentimiento no llegan al cielo" dice el Rey en "Hamlet" (Shakespeare). Es decir, no se trata de la repetición de palabras "mágicas" que despierten el corazón de Dios. Se trata de un grito de auxilio, es la voz del alma que pone toda su fe en la misericordia de nuestro Dios y Padre.
Elevamos nuestra oración aun sabiendo que nada merecemos, que nuestra condición humana es tan distinta a la santidad de Dios. Pero lo hacemos con fe, confiando en el Amor inagotable del Señor  y, se produce el milagro. Dios escucha nuestras súplicas por eso podemos descansar y recuperar el ánimo desgastado.

¿Que ocurre cuando pedimos algo específico a Dios 
y lo hacemos con urgencia?
La respuesta puede ser un -Si; pero también puede ser un -No.
El más santo y más puro de los hombre, cuando se vio enfrentado a la muerte, en esas horas de suprema angustia, tres veces rogó al Padre por un rescate (Evangelio según San Mateo). Recibió un No por respuesta. Pero Dios fortaleció su espíritu, lo llenó de su gracia, renovó sus fuerzas y fue revestido con el poder de Dios; un poder tan sobrenatural que finalmente venció a la muerte.


Cuando clamamos a Dios, Él nos responde;
nos infunde ánimo y renueva
nuestras fuerzas.

Ilustración de Willy Pogany

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