domingo, 2 de junio de 2013

En confianza



Tú, Señor, eres mi fuerza
¡yo te amo!
Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite.
Tú, Señor, eres digno de
alabanza;
cuando te llamo, me salvas de
mis enemigos.
Salmo 18: 1, 2, 3


Sin duda Dios es todo lo que el salmista menciona y mucho más.
Todos estos vocativos, nombres o títulos que aquí encontramos provienen de la experiencia personal, íntima y permanente con Dios. Expresan devoción, amor, gratitud, fe y la íntima convicción de la fidelidad de Dios.
Las Sagradas Escrituras nos muestran numerosos nombres y títulos para Dios. Han sido usados por hombres y mujeres como una forma de destacar alguna cualidad, un acercamiento, algún favor, o una percepción íntima. Con ellos han tratado de expresar, en nuestro pobre y limitado lenguaje, la grandeza, y todos los santos atributos de Dios. Es un modo de adorar y alabar a Dios y en ese sentido, aquellos nombres alcanzan una dimensión eterna porque el Espíritu de Dios les da la resonancia necesaria y que, nuestra condición humana, nunca podría darle.

Algunos otros vocativos (hay muchos) que encontramos en la Biblia:
Mi parte de la herencia: (Salmo 16:5)
Mi copa: (Salmo 16:5)
Alfarero: (Isaías 64:8)
Creador: (Eclesiastés 12:1)
Rey de Israel: (Sofonías 3:15)
Rey de Gloria: (Salmo 24:7)
Señor de toda la tierra: (Miqueas 4:13)
El Padre de Gloria: (Efesios 1:17)
Padre de misericordias: (2 Corintios 1:3)
El Dios de nuestros padres [Elohay Avotaynu]: (Hechos 7:32)
Dios de todo consuelo [Elohay Kol HaNechamah]: (2 Corintios 1:3)
Dios de paz [Elohay Shalom]: (Hebreos 13:20)
El Dios de Gloria [Elohay Kavod]: (Hechos 7:2)
El Dios viviente [Elohay Chaiyim]: (2 Corintios 3:3, 6:16)
Señor Todopoderoso [YHVH Shaddai]: (2 Corintios 6:18)
Dios el Más Altísimo [El Elyon]: (Hebreos 7:1)
El Rey de las naciones: (Apocalipsis 15:3)
Legislador y Juez: (Santiago 4:12)
El Rey Eterno Inmortal e Invisible: (1 Timoteo 1:17)
Soberano: (1 Timoteo 6:15)
Fuego Consumidor : (Hebreos 12:29)

En nuestras relaciones interpersonales o familiares existe una tendencia natural a llamar con epítetos cariñosos a quienes tienen un lugar especial en nuestros afectos.
El salmista parece invitarnos a adorar a Dios con gratitud y amor, y con nombres especiales, desde nuestra experiencia de fe, para significar lo sagrado y sublime que encontramos en Él.

En el tiempo en que vivía en Santiago de Chile, había un personaje urbano muy reconocido. Se instalaba en ciertas esquinas, siempre saltando, con ambos brazos en alto y una Biblia en la mano. Todo lo que decía era: ¡Gloria a Dios! ¡Gloria al Pulento! ...  La gente que pasaba a su lado no le prestaba atención y los que se detenían, lo hacían a modo de burla… Hoy, desde la distancia geográfica y la perspectiva de los años, lo recuerdo con mucho respeto, algo de nostalgia, también con una sonrisa, pero… me hace reflexionar.

Cuando meditamos en Dios y queremos decirle algo especialmente íntimo, ¿qué le decimos? ¿Cómo lo llamamos?
Sin olvidar que la oración modelo nos enseña a santificar el nombre de Dios y recordando el mandamiento “no tomarás el nombre del Señor en vano”, me atrevo a invitarte a que me acompañes en este ejercicio de llamar a nuestro Padre Dios, trayendo gloria a su nombre, con nuevos vocativos; los que te nazcan del fondo de tu alma, y con entera libertad.

Comenzaremos con los nombres que propone el salmista:
Señor, Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite…

¡Oh Señor, Tú eres mi hoy!

Pintura: James Jebusa Shannon


Te podría interesar "Nombres de Dios"
un artículo que comprtí hace algún tiempo
en mi otro blog.

3 comentarios:

Rosa dijo...

Siempre Señor mío, Padre mío, Dios mío.¡Oh Señor Tú eres mi Dios, Tú eres mi Padre!

Te deseo un feliz día del Corpus, querida amiga, y gracias por esta entrada.

Clarissa Rodriguez dijo...

Querida Rosita, qué alegría tu visita.

Gracias por compartir estos conceptos tuyos aquí. Cuando Dios deja de ser un ser lejano y distante para convertirse en "Mi Dios", o "Mi Padre" entonces hay una verdadera relación personal con Dios; nuestra fe se enriquece y el amor fluye.
Gracias Rosita por esa riqueza espiritual que nos compartes y que nos bendice.

Un abrazo, muy grande, querida amiga

Gladys Lavanderos dijo...

Mi TODO!!!

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