jueves, 22 de agosto de 2013

Con amor



Yo amo tus
mandamientos,
y hacia ellos elevo mis
manos;
¡quiero meditar en tus
decretos!
Salmo 119: 48

El proceso de meditación en la Palabra de Dios va calmando nuestros pensamientos propios para dar paso a la adoración a Dios. La adoración a Dios nos lleva por el camino de la verdad y el amor como una realidad concreta que es posible alcanzar.

Es verdad que la adoración a Dios puede ser un estado contemplativo, pasivo, de mucha calma y reposo;  allí los pensamientos se aquietan y el Espíritu de Dios va llenando cada espacio del alma trayéndonos la convicción del Amor, la Verdad y la Justicia de Dios.
Sin embargo el imperativo de la vida cotidiana es acción; hay un sentido práctico que no se puede desconocer. Me parece que la verdadera adoración a Dios es aquella que va más allá de un evento o una actividad aislada y en definitiva implica un estilo de vida, inspirado en los mandamientos y decretos divinos.

El salmista parece decirnos: Yo amo sus mandamientos no solamente porque lo digo. Yo amo sus mandamientos porque iluminan mis acciones. Los llevo a la práctica convirtiéndolos en amor obediente, leal, completo y total. Yo amo sus
mandamientos porque comprometen mi mente, mi corazón 
y mis manos.

¡Oh Señor que tus mandamientos puedan ser leídos
en nuestras acciones!

Pintura: Georges de la Tour


1 comentario:

Gladys Lavanderos dijo...

Que asi sea. Levanto mis manos y me rindo a ti, Señor. Que mi vida sea un reflejo de tu amor y misericordia

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