sábado, 17 de septiembre de 2011

Lávame




Purifícame con hisopo, y seré limpio
Lávame,
y seré más blanco que la nieve
Salmo 51:7


Aquí tenemos la humilde petición de David; ya no hay justifición ni defensa, sólo el reconocimiento de la condición personal y la espera en la misericordia de Dios.

Lávame con hisopo. Es una petición extrema, que alude al ritual de purificación que se aplicaba cuando alguien tocaba un cadáver o un leproso, según lo que leemos en el Pentateuco. Con un ramo de hisopo se rociaba a la persona con agua o sangre (o ambas), y así era purificada y liberada de las restricciones que la contaminación le imponía. Con este tipo de lavado es que David desea ser purificado para disfrutar de los privilegios de una comunión completa con Dios.

Hay un principio, no escrito, en los protocolos de higiene y salud pública: "No hay mano limpia". En el plano espiritual también es así. Nuestras manos y nuestro ser entero, necesita   ser lavado.

¡Oh Dios! ¡Purifícame con hisopo!


Lavándose los pies
=Elminia Moissan

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