martes, 12 de noviembre de 2013

Obedeciendo


Lo que a mi me corresponde
es obedecer tus preceptos.
Salmo 119. 56

Al leer por completo este extenso salmo 119 nos quedamos con la impresión de que realmente el salmista siente un profundo respeto y amor por los mandamientos y la Ley de Dios.  Estos preceptos inspiran su meditación, su comportamiento y la convicción profunda de que lo que le corresponde es obedecer los preceptos del Señor.

En nuestro mundo actual, lleno de individualismo, hay una tendencia creciente a creer que somos dueños de la verdad absoluta. Consideramos que nuestros puntos de vista son los más acertados y nuestro modo de hacer las cosas es el correcto. En este marco de creencias, hay que reconocer que la obediencia a Dios tiene un costo alto. Ese costo se paga con humildad, con un corazón dispuesto a reconocer la grandeza y soberanía de Dios. 
Obedecer a Dios implica escuchar su voz a través de sus mandamientos y llevarlos a la acción, sujetando todos nuestros intereses para anclarlos bajo su dominio. No es posible obedecer a Dios estando lejos de su presencia, tal como no es posible seguir instrucciones sin haberlas escuchado primero con atención.

Nuestra dependencia de Dios se fundamente en el Amor. Un amor que hemos aprendido de Dios mismo y que nos fue revelado por Jesús, el Hijo de Dios. Nuestro Señor Jesucristo llevó su Amor a los extremos más dramáticos y la obediencia más extrema, completando su obra redentora en la cruz.

El salmista nos desafía en este tiempo a obedecer a Dios con alegría y devoción, con la convicción más profunda de su perfecto Amor.

¡Oh Señor, quiero aprender a obedecerte
con todo el amor de mi corazón!

Pintura: James Jebusa Shannon

2 comentarios:

Francisco Méndez S. dijo...

qUE PUEDO HACERV SI PERDI LA FE OARA SIIEMPRE

Clarissa Rodriguez dijo...

Querido amigo, todos pasamos, alguna vez o más de alguina vez, por momentos de crisis.

Conozco esos días grises, a veces negros, en que es dificil perseverar.
Estuve leyendo algo de las Cartas Secretas de Madre Teresa de Calcuta y es sorprendente lo que ella vivió y como perseveró ante el silencio de Dios que por años la llevó por un sendero árido y desierto.
Tu dirás que no todos tenemos "madera" de santos, pero justamente en nuestras debilidades es donde mejor se expresa el Amor de Dios.

Eleva tu oración y tu esperanza porque Dios te espera con los brazos abiertos.

Un gran abrazo, querido amigo

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