viernes, 22 de abril de 2011

Un Salmo Una Vida

Jesús cantó los salmos con su voz, 
con sus enseñanzas 
y también con su vida.
Su vida fue el Salmo más perfecto y hermoso.

San Agustín lo llamó:  
"El cantor admirable de los salmos" (Iste cantator psalmorum)

"Nevertheless" -  Carolyn Blish

Jesús, como cualquier judío de su época, conocía perfectamente el Salterio. En los momentos de mayor angustia y dolor, seguramente Él oraba algún Salmo completo.
Por ejemplo el Salmo 22. Este Salmo comienza con una de las frases más desgarradoras que pronunció Jesús y que está registrada en el Evangelio según San Mateo (27): 

"Dios Mío, Dios Mio ¿Por qué me has abandonado?"
Jesús se apropió de estas palabras. Son la expresión del sufrimiento más profundo. Pero no gritó sólo por Él; yo creo que también lo hizo por toda la humanidad, incluyéndonos a nosotros. A veces he pensado que este grito de dolor  es también el grito de Dios mismo ante la maldad humana.

En el Salmo 31, encontramos la frase 
en Tu mano
encomiendo 
mi espíritu
El Evangelio según San Lucas (23), en el relato de la crucifixión, registra esta frase. Allí se lee: "Entonces Jesús clamando a gran voz dijo: -Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu. Habiendo dicho esto, expiró"

La cruz de Jesús es, todavía, la expresión mas potente y sublime del Amor de Dios. Un Amor total que sólo se puede percibir con los ojos de la fe. Cuanto más meditamos en su sufrimiento, tanto más podemos ver que en su agonía el anticipó las agonías ocultas de innumerables individuos. Anticipó la vida de todos quienes se acercan a los pies de su Cruz. También la nuestra.






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