Yo, Señor, espero en Tí;
Tú, Señor, y Dios mío,
serás quién responda.
Salmo 38: 15
A nuestro Padre Dios le podemos contar todo acerca de nuestros sentimientos. Podemos decirle cuán profunda es nuestra desesperación por nuestros pecados y errores, podemos contarle cuán fracasados nos sentimos, pero nada de esto nos puede hacer pensar que Él nos ha abandonado.
La gracia de Dios y su misericordia son nuestra esperanza cierta.
En este salmo de David, observamos cuánto desaliento llegó a sentir, pero aun así mantuvo su fe en Dios, sin permitirse un momento de duda o incredulidad. Por eso exclama:
Tú, Señor, y Dios mío,
serás quién responda.
Las respuestas de Dios pueden no estar en conformidad con nuestros deseos, pueden tardar más de lo que nos gustaría; pero siempre serán bendiciones espirituales. En el tiempo de Dios, Él siempre responde.
De mi experiencia personal he aprendido que cuando le pido algo a Dios, lo mejor es esperar su respuesta sin tomar decisiones, sin precipitarse, en quietud, caminando de su mano, paso a paso y ... esperar... porque la respuesta llegará sin falta.
Oh Señor, concédenos tener esa clase de confianza que
espera en tu gran Amor. Sabiendo que
cuando hablas, hablas por Amor
y que cuando callas,
callas por Amor.
Fotografía: LinderRox
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