El corazón me dice:
"¡Busca su rostro!"
Y yo, Señor, tu rostro busco.
Salmo 27: 8
La voz de un corazón sencillo y humilde es la voz de nuestra conciencia moral. Es también la voz que clama por el bien supremo que sólo se encuentra junto a Dios.
Quizás nunca como en nuestros días ha sido tan relevante la información "audiovisual" o "multimedial" como se suele llamar la imagen y la voz transmitida a distancia, acercando a las personas, logrando saltar las barreras geográficas y los límites de tiempo y distancia. En este contexto muchos, confundidos en la vorágine de la vida humana contemporánea, hablan del "silencio" o
la "ausencia" de Dios.
la "ausencia" de Dios.
La búsqeda del rostro de Dios no significa la búsqueda obsesiva de unos rasgos físicos o el encuentro con alguien sobrenatural, como tampoco debe llevarnos a una ilusión que huye de la realidad. Desde mi punto de vista, buscar su rostro es mucho más que eso. Es el encuentro gozoso con la presencia de Dios, la comunión santa que traspasa el alma, quiebra el silencio del desconsuelo y borra las huellas de la orfandad.
Cuando el salmista dice: El corazón me dice: "¡Busca su rostro!" - también entendemos que esa búsqueda es personal. Es un camino que cada persona recorre a su ritmo, bajo sus propias circunstancias y sus propias urgencias. El resultado puede ser similar en gozosa paz y ferviente gratitud a Dios; porque cuando nosotros buscamos a nuestro Padre Dios, Él ya ha salido a nuestro encuentro, tal como lo ilustra Jesús en la palábola del hijo pródigo cuendo dice, en el Evangelio según San Lucas:
"Todavía estaba lejos cuando su padre lo vió y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó"
¡Oh Señor, yo... tu rostro busco!
Pintura: Gerd Bannuscher
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