jueves, 10 de octubre de 2013

Con su voz



Empuña la lanza  y el hacha,
y haz frente a los que me
persiguen.
Quiero oírte decir:
"Yo soy tu salvación"
Salmo 35: 3

El salmista presenta su angustia y sus temores, su aflicción y su debilidad ante Dios Todopoderoso, pero junto con esa súplica, que es casi un grito desgarrador, pide escuchar la voz del Señor. La voz que trae seguridad y alivio.

¿Quiénes nos persiguen, hoy?
¿Qué nos amenaza hoy?

Ante Dios depositamos todas nuestras circunstancias: angustia, enfermedad, deudas apremiantes, ansiedades, amenazas, conflictos familiares... lo que sea; todo aquello que se ha convertido en nuestra fuente de conflicto se lo entregamos a Él. Siguiendo el ejemplo del salmista, dejamos que sea Dios quien tome el control y  las armas apropiadas para lidiar con aquellas circunstancias. Sólo Él nos puede dar paz y seguridad porque nada es imposible para Dios.

La voz poderosa del Señor trae convicción de que estamos a salvo cuando depositamos nuestra confianza en Él. Sólo tenemos que aquietar el corazón, despejar nuestras voces internas, y sujetar nuestros pensamientos dispersos para escuchar su dulce voz diciéndonos: - "Yo soy tu salvación"

¡Dios sigue siendo nuestro escudo
 nuestro baluarte, 
nuestro reposo 
nuestro consuelo
y salvación!

Pintura: Claude Monet

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