sábado, 19 de octubre de 2013

En libertad




En su angustia clamaron al Señor,
y Él los salvó de su aflicción.
Los sacó de las sombras tenebrosas
y rompió en pedazos sus cadenas.
Salmo 107: 13, 14

Aunque el tema central de este poema parece ser la intervención de Dios en la liberación de su pueblo cautivo en Babilonia, podemos entender que Dios está interesado en liberar a todos los seres humanos, cualquiera sea su aflicción.

La libertad es un bien invaluable, pero mucho más lo es la libertad del alma y del espíritu. El salmista describe muy bien los tipos de prisiones que nos atormentan. Somos presa fácil de nuestros temores que se transforman rápidamente en aflicciones. A veces nos sentimos amenazados y atrapados en las sombras tenebrosas que llenan nuestro corazón de miedo a lo desconocido, creemos ver amenazas allí donde reina la oscuridad y el silencio. Finalmente aflicciones y sombras se transforman en cadenas que coartan nuestras acciones, nos inmovilizan y, nos privan de la alegría de vivir que es una de las grandes bendiciones de Dios.

"A libertad fuisteis llamados", dice el Apóstol San Pablo en el libro de Gálatas. Una libertad espiritual que Dios ha dispuesto para todos sus hijos. Conquistada por Jesucristo, el Hijo de Dios, en una cruz para que seamos libres de pecado, libres de opresión, libres de temores, en definitiva,  libres para aceptar que Dios es nuestro Padre. Esa libertad el salmista la encuadra en tres pasos: salvos de aflicción... lejos de las sombras tenebrosas... liberados de nuestras cadenas.

Me pregunto si realmente tenemos el coraje de clamar por nuestra libertad, para rendirnos a la soberanía de Dios. Creo que la mayor parte del tiempo pedimos que Dios nos ayude con algunos aspectos de nuestra vida, pero nos reservamos ciertas áreas donde nos sentimos muy seguros.

¡Oh Señor, Tú eres nuestra verdadera libertad!

Pintura: Peter Max

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