viernes, 19 de abril de 2013

Con todo



Te alabaré, Jehová, Dios mio,
con todo mi corazón
y glorificaré tu nombre
para siempre.
Salmo 86: 12


No hay duda que Dios merece nuestra alabanza con todo el corazón, con toda nuestra emoción, con todo nuestro amor.
Pero el salmista David va más allá y hace un voto, un compromiso total: glorificaré tu nombre para siempre. Esto es mirar el futuro y establecer un comportamiento "para siempre", para toda la vida.

En nuestra cultura contemporánea cada vez se hacen menos compromisos, especialmente en el plano espiritual. Como ejemplo nos basta ver que hoy, menos parejas están dispuestas al matrimonio, se prefiere la convivencia; y los matrimonios cada vez más dispuestos a la separación. Con frecuencia hablamos de ser "genuinos" para significar que sólo hacemos aquello que nuestros sentimientos o emociones nos dictan. Hacemos lo que "nos nace" hacer.

David nos muestra lo importante que es sujetar nuestras emociones a la voluntad, practicando disciplinas espirituales siempre, no sólo cuando "nos nace" hacerlo. Esto es perseverar y es también una expresión de profundo amor a nuestro Dios y Padre.

Una disciplina espiritual muy sencilla de practicar, pero muy significativa puede ser reservar unos minutos durante el día, para alabar a Dios, no importa si el día es gris, llueve o es un día esplendoroso. Alabar a Dios con todo el corazón, esto es glorificar su nombre.

¡Oh Señor, ayúdame a perseverar,
quiero alabarte siempre,
cada día!

Pintura: Pier Toffoletti

1 comentario:

Gladys Lavanderos dijo...

Hermoso Salmo.... Siempre le alabare!!

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