Bueno eres Tú,
y bienhechor;
Enséñame tus estatutos
Salmo 119:68
La bondad del Señor es infinita y santa. Bueno y bienhechor, exclama el salmista como una manera de decir con fuerza, algo que es difícil de explicar pero que se siente. Porque la bondad del Señor está siempre presente en nuestra vida, aunque pocas veces tenemos plena conciencia de ella; generalmente sucede cuando sentimos que recibimos mucho más de lo que son nuestras expectativas.
La bondad del Señor se manifiesta especialmente en que es Él mismo quien toma la iniciativa para buscarnos y rodearnos con sus beneficios, que son en realidad la expresión
potente de su santo Amor.
Para el salmista la bondad del Señor se manifiesta en el aprendizaje, en la paciencia que Él nos tiene cuando nos equivocamos, cuando no actuamos conforme a sus mandamientos; El Señor en su bondad, nos perdona y nos da nuevas oportunidades de aprendizaje.
Para mi hoy, la bondad del Señor se manifiesta en descanso. Un descanso que no tiene que ver con muchas tareas por hacer. Más bien es el alivio de entregarle aquellas relaciones, circunstancias y condiciones que forman parte de mi vida cotidiana que me producen agobio y fatiga interior. Ese descanso proviene de la bondad del Señor.
Me quedo con la expresión del libro de Lamentaciones:
Bueno es esperar
en silencio
la salvación del Señor
(Lamentaciones 3:26
Pintura: Jeffrey Larson
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