Escucha, pueblo mío, mi Ley;
inclinad vuestro oído
a las Palabras de mi boca
Salmo 78:1
El lenguaje y las palabras tienen una cualidad sagrada, esta afirmación resulta paradojal si pensamos en "todos" los usos que le damos a las palabras, tanto es así, que existen las que llamamos "malas palabras". Pero, en su origen, las palabras y el lenguaje nos fueron entregados por Dios, cuando usó las palabras para dar forma al mundo, el universo completo.
El salmista despliega sus palabras y sus versos, para instruirnos como receptores del lenguaje. En este sentido, vuelven a resonar las palabras de nuestro Señor Jesús, registradas en los santos Evangelios diciendo, en varias ocasiones: "el que tenga oídos para oír, oiga"
Saber escuchar es una cualidad que se puede ejercitar. Tenemos que reconocer que somos más proclives a hablar que a escuchar. Suele suceder en nuestras conversaciones que estamos muy ansiosos de expresar nuestras ideas y puntos de vista, y eso a duras penas nos deja terminar de escuchar lo que otras personas dicen.
Escuchar tiene muchos beneficios. El Apóstol Pablo dice (Romanos 10:17) que "la fe viene por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios"
Las palabras sagradas, la Ley moral de Dios, tiene valor espiritual cuando deja de ser "información" que reduce el lenguaje a un simple material o dato para ser usado según nos convenga. La Palabra de Dios escuchada con los oídos del corazón se transforma en un bien que podemos "degustar" libremente, con la asistencia del Espíritu de Dios, para ser asimilada, "comida" y saboreada.
¡Oh Señor, ayúdame a silenciar mi propia voz
para escuchar las Palabras de tu boca!
Pintura: Jon Anderson
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