A ti, Señor, elevo mi clamor
desde las profundidades del abismo.
Escucha, Señor, mi voz
suplicante.
Salmo 130: 1, 2
El Señor escucha todas nuestras súplicas.
No existen un lugar que sea oculto para Él.
No existen un lugar que sea oculto para Él.
Desde las profundidades o en las alturas, en público o en lo secreto, en oscuridad o a plena luz, su mirada alcanza a todo lugar.
¿Cuáles son aquellas profundidades del abismo,
a las que se refiere el salmista?
a las que se refiere el salmista?
Con toda seguridad son las misma profundidades del abismo que encontramos en nuestra vida, hoy. Las aflicciones, las penas, los desengaños, los dolores del alma nos hacen transitar por oscuros pasadizos que pueden parecernos abismos insalvables. Pero Dios, tiene en su mano las profundidades de la tierra y las alturas de los montes son suyas (Salmo 95)
Tenemos que reconocer que las oraciones más reales, fervientes y devotas emergen desde los lugares más profundos y oscuros del alma, y también cuando nos sentimos en peligro, en la soledad extrema y en la indefensión. Aquellas oraciones son como las flores en el desierto, que toman los mínimos residuos de agua disponibles y las gotas olvidadas en alguna grieta del árido manto desértico, para sobrevivir y deslumbrar con su colores.
En el Libro de Job, leemos:
El descubre las profundidades de las tinieblas
y saca a la luz la sombra de muerte.
¡Gracias, Señor porque aun desde
las profundidades de nuestros abismos,
tu nos escuchas y nos rescatas!
¡Gracias, Señor porque aun desde
las profundidades de nuestros abismos,
tu nos escuchas y nos rescatas!
Foto: Desierto de Atacama florido - Chile
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