Cuando pensé para saber esto,
fue duro trabajo para mí,
hasta que, entrando
en el santuario de Dios,
comprendí el fin de ellos.
Salmo 73: 16, 17
Este salmo 73 nos muestra la crisis de fe de una persona que toda su vida se ha mantenido cerca del Señor; la crisis le sobreviene cuando empieza a observar a su vecino: ve cómo prospera, todo le resulta fácil y placentero, mientras que para él todo es fatiga, trabajo, esfuerzo, pruebas, congojas y más trabajo.
Surgen las dudas, entra en crisis; se cuestiona si vale la pena esforzarse por vivir una vida recta y justa, con devoción y amor a Dios, pero con magros resultados. Con tristeza exclama: "¡En vano he limpiado mi corazón y he lavado mis manos en inocencia!"
Seguramente todos hemos experimentado sentimientos similares, algo de frustración y algo de dudas, pensando que nuestra devoción a Dios no va a ningún lado. Pensando que no hay provecho alguno en mantener nuestra integridad moral y vivir con honestidad. La respuesta a nuestras dudas no se encuentra observando la realidad, o analizando lo que ocurre a nuestro alrededor. Porque tal como lo expresa el salmista, mientras más lo pensamos nos resulta más duro de aceptar: Cuando pensé para saber esto,
fue duro trabajo para mí.
El único lugar donde podemos hallar nuestras respuestas es en la presencia del Señor. El salmista nos muestra el camino: entró al santuario de Dios. Allí entendió que su perspectiva estaba limitada por la condición humana. Dios nos lleva a otro plano, el plano de las verdades espirituales y eternas; por sobre esta vida terrenal que tiene un final.
Una vez más los salmos nos muestran un importante principio: nuestras dudas, nuestros conflictos, las angustias de esta vida, todo, podemos llevarlo a la presencia de Dios. Allí queda todo resuelto.
¡Gracias Señor porque das sentido de trascendencia
a nuestra vida!
¡Gracias Señor porque das sentido de trascendencia
a nuestra vida!
Pintura: Andrey Remnev
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