Sosténme y seré salvo,
y me regocijaré siempre
en tus estatutos.
Salmo 119: 117
Hay mucha humildad en esta petición del salmista. La mayor y mejor protección que podríamos tener es contar con la protección de Dios.
Todos estamos sometidos a grandes presiones, dudas, peligros, tentaciones de todo tipo que requieren estar firmes en la fe para no caer. Pero nuestra naturaleza es inconstante; los buenos propósitos quedan expuestos a la dispersión del pensamiento, la influencia de nuestro medio, nuestros estados de ánimo y muchos otros factores.
La mano poderosa del Señor nos ofrece un soporte seguro por sobre todo aquello que nos puede debilitar, por sobre las piedras del camino y por sobre nuestra propia naturaleza cambiante.
La Palabra de Dios es nuestro espejo, nuestra fuente de nutrición y nuestro regocijo. Cuando tenemos un aparato precioso, nuevo, leemos su manual de instrucciones para disfrutarlo con mayor seguridad, sin riesgos de errores en su uso. Así también la Palabra de Dios, leerla nos permite disfrutar con alegría, protección y seguridad nuestra vida cotidiana y nuestro camino espiritual.
¡Gracias Señor, porque en Ti nos sentimos a salvo!
¡Gracias por tu Palabra, que es nuestro regocijo!
¡Gracias por tu Palabra, que es nuestro regocijo!
Pintura: Édwin Harris
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