Le dije al Señor: "¡Tú eres mi dueño!
Todo lo bueno que tengo proviene de Ti"
Salmo 16: 2
Este salmo 16 es un Salmo de David. Aquí él hace una verdadera declaración de amor. Un canto de confianza absoluta en Dios, no solamente por recibir protección o sustento, sino porque además el alma encuentra su sitio y su delicia suprema.
David fue llamado "un hombre conforme al corazón de Dios", a pesar de los fracasos en su vida personal y a pesar de sus pecados. Pero leyendo sus salmos nos damos cuenta que su amor a Dios es profundo y total. Su búsqueda espiritual y el diálogo con el Señor es continuo; en los peores momentos él pide "no apartes de mi Tu rostro...no me eches de delante de Ti y no quites de mí tu santo espíritu" (Salmo 51). David nunca olvidó de dónde lo sacó el Señor y esa humildad de corazón es la que agrada a Dios.
La afirmación de David se anticipa más de mil años a la del Apóstol San Pablo, expresando la misma fe sublime en el Señor, cuando escribe a los Romanos: "Estoy seguro que ni la muerte, ni la vida..., ni lo presente, ni lo porvenir..., ni ninguna otra cosa creada podrá separarme del Amor de Dios".
¡Oh Señor, Tú eres nuestro Dios!
¡Tú eres mi Dios!
Pintura: Carol Marine
* Salmo 16 - "Mictam de David"
Mictam es una palabra hebrea que podría traducirse
como himno o poema
Salmo 16 es llamado también "Salmo de oro"
2 comentarios:
Hermoso salmo. Asi quiero amar a Dios siempre. El es mi todo!
Realmente podemos aprender mucho de David. Su historia tan llena de altibajos, con aciertos y desaciertos es comparable a la de cualquier ser humano, incluidos nosotros hoy día. Ese es el mayor valor de sus Salmos, porque aun siendo como cualquiera de nosotros supo establecer una relación honesta y genuina con Dios; cuando se equivocó (y lo hizo de muchas maneras) supo buscar el perdón, como también supo alabar y adorar a Dios con todo el corazón.
En síntesis, David puso a Dios en el primer lugar de sus prioridades, en todos los aspectos de su vida.
Desde mi punto de vista eso es algo tremendamente difícil. A veces ponemos en primer lugar nuestros hijos, o la pareja, o el trabajo... y llenan todos los espacios de nuestro corazón y a Dios lo invitamos de vez en cuando para recibir su ayuda.
Gracias Gladys por esa determinación, que me ayuda a revisar mis propias prioridades.
Un gran abrazo
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