Defiende mi causa y redímeme;
vivifícame con tu palabra.
Salmo 119: 154
Hay ocasiones en que nos sentimos solos contra el mundo, porque el temor distorsiona la realidad. Esa parece ser la situación del salmista. Aquí su temor y aflicción se convierte en súplica: Defiende mi causa y redímeme. Es decir, "pelea mi batalla y redímeme", también, "preséntate en mi lugar, libérame".
Son tres peticiones, para la misma situación. La primera, defiende mi causa, tiene relación con la injusticia y por supuesto Dios es el mejor abogado del mundo. La segunda surge de la impotencia ante una condición violenta que supera las propias fuerzas, y dice líbrame o redímeme. La tercera , representa la mayor humildad posible al dejar en claro la propia debilidad, un sentimiento de alguien que está a punto de desfallecer y clama, casi grita: "he quedado sin fuerzas", vivifícame.
Es verdad que no contamos con algo que nos haga inmunes a situaciones claramente injustas, pero tenemos un "Defensor de los inocentes", un Padre justo y lleno de bondad, que escucha nuestras súplicas y atiende nuestros ruegos y renueva nuestro ser interior.
¡Oh Señor, vivificamos hoy con tu Palabra!
Pintura: Erin Cone
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