jueves, 14 de marzo de 2013

Hay respuesta



Porque en ti, Jehová, he esperado,
Tú responderás, Jehová, Dios mío.
Salmo 38: 15

Hay ocasiones en que nos parece haber llegado al límite de nuestras capacidades espirituales y emocionales. Comenzamos tratando de racionalizar nuestros temores, poniendo en la esperanza mucha voluntad y paciencia, trayendo nuestras plegarias ante el Señor. Sin embargo, aun con todo este esfuerzo, la espera se convierte en algo muy difícil y nos vamos sintiendo agotados, des-esperanzados.

La afirmación de salmista Tú responderás, Jehová, Dios mío, nos permite comprender que  Dios tiene todas las respuestas y que ninguna espera será en vano. Pero los métodos de Dios son misteriosos. No se trata de algo mágico  que sucederá tal como lo deseamos y en cualquier momento para nuestra 
satisfacción personal.
Estamos hablando de la bondad de Dios, de su misericordia y especialmente del misterio de sus designios.

El episodio que narra el Evangelio según San Juan, donde Lázaro de Betania es resucitado por Jesús, nos puede ilustrar los asombrosos y misteriosos caminos de la bondad de Dios y cómo Él tiene una respuesta especial para cada situación. El relato nos dice que Jesús llega cuando las esperanzas de Marta y María habían llegado al límite final porque Lázaro había muerto. Pero Jesús, el Hijo de Dios, es en si mismo la esperanza de Vida y Él rompe todo límite humano, trayendo nuevamente a la vida a  Lázaro para 
devolverlo a sus hermanas.

Necesitamos esperar con fe. La fe en la espera es un ingrediente sustentado por el Espíritu de Dios, pero que a los ojos humanos la hace parecer una "esperanza ingenua". Es esa esperanza total e ingenua la que nos trae el descanso sabiendo que 
Tú responderás, Jehová, Dios mío.

Pintura: Diarmuid Kelley

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