Hazme saber, Jehová, mi fin
y cuánta sea la medida
de mis días;
sepa yo cuán frágil soy.
Salmo 39: 4
Una confianza inquebrantable en Dios es la que anima al salmista a elevar esta súplica. Sin duda es un poema triste que ha brotado en horas de soledad, enfermedad o tristeza porque, cuando estamos contentos, ¿quién se acuerda de lo frágil que es la nuestra vida?
Sepa yo cuán frágil soy.La fragilidad de la que habla el salmista no solo tiene relación con "romperse" con facilidad sino también con esa sensación de deterioro que el paso de los años va dejando en nuestro organismo.
La salud y el vigor del cuerpo, son bienes que no se compran. Sabemos que muchas personas gastan mucho dinero tratando de prolongar la juventud, tratando de borrar las huellas de la edad en el rostro, etc. Lo que logran es una expresión "congelada" que delata superficialidad y poca credibilidad.
Aceptar todas las características de nuestra vida humana es parte de nuestra confianza en Dios; confianza y respeto por el diseño divino, validado por Jesús, el Hijo de Dios.
Hacer más consiente nuestra condición de fragilidad puede ayudarnos a ser mucho más humildes y a disfruta con gratitud y alegría el día de hoy que es un presente, un regalo de Dios Todopoderoso.
¡Señor, desde nuestra fragilidad te adoramos!
¡Señor, desde nuestra fragilidad te adoramos!
Pintura: Gabriel Schachinger
Alemania
1850 - 1913
No hay comentarios:
Publicar un comentario