Aunque yo esté afligido
y necesitado
Jehová pensará en mí.
Mi ayuda y mi libertador eres Tú.
¡Dios mío, no te tardes!
Salmo 40: 17
Cuando estamos afligidos y necesitados el tiempo parece transcurrir de una manera distinta, con mucha más intensidad y lentitud, eso sin mencionar aquellas ocasiones cuando estas emociones nos asaltan de noche, porque todo parece magnificarse; todo se vuelve urgente y mucho más amenazador.
En estas circunstancias es cuando adquiere relevancia saber esperar en el Señor. Depositamos nuestras súplicas ante Dios, y en muchas ocasiones desearíamos que Dios nos respondiera de inmediato. No tengo duda alguna que Dios lo puede hacer, pero no podemos perder de vista que "sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos".
Por mi experiencia personal, se que la ayuda de Dios y las respuestas que buscamos, no tienen mucha relación con elaboradas plegarias. Es el corazón acongojado, pero lleno de fe, lo que abrirá la puerta celestial de donde vendrá nuestra ayuda oportuna. Nuestras urgencias, nuestras prisas, tienen más relación con poner a nuestro servicio el poder divino, que con poner en acción nuestra fe.
Me gusta mucho lo que dice el Apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos: "qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo interviene por nosotros con gemidos indecibles"
¡Oh Señor, te entrego hoy mis aflicciones!
¡Gracias porque siempre respondes!
Cuando estamos afligidos y necesitados el tiempo parece transcurrir de una manera distinta, con mucha más intensidad y lentitud, eso sin mencionar aquellas ocasiones cuando estas emociones nos asaltan de noche, porque todo parece magnificarse; todo se vuelve urgente y mucho más amenazador.
En estas circunstancias es cuando adquiere relevancia saber esperar en el Señor. Depositamos nuestras súplicas ante Dios, y en muchas ocasiones desearíamos que Dios nos respondiera de inmediato. No tengo duda alguna que Dios lo puede hacer, pero no podemos perder de vista que "sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos".
Por mi experiencia personal, se que la ayuda de Dios y las respuestas que buscamos, no tienen mucha relación con elaboradas plegarias. Es el corazón acongojado, pero lleno de fe, lo que abrirá la puerta celestial de donde vendrá nuestra ayuda oportuna. Nuestras urgencias, nuestras prisas, tienen más relación con poner a nuestro servicio el poder divino, que con poner en acción nuestra fe.
Me gusta mucho lo que dice el Apóstol Pablo, escribiendo a los Romanos: "qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo interviene por nosotros con gemidos indecibles"
¡Oh Señor, te entrego hoy mis aflicciones!
¡Gracias porque siempre respondes!
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Para considerar
Cierta vez en el pueblo del rabino Baal Shem Tov sucedió un milagro: el rio se desbordó y el agua, que avanzaba amenazaba con destruirlo todo a su paso, se detuvo milagrosamente a la entrada del poblado sin dañar nada, sin lastimar a nadie.
Baal Shem Tov agradeció a Dios el milagro, y esta
vez El le contestó:
-la plegaria de Shmuel me conmovió… -dijo el
Señor.
El gran rabino fue a ver a Shmuel, a quien todos
tenían por el tonto del pueblo.
-¿Qué oración dirigiste al buen Dios el día en que
se desbordó el río? - le preguntó después de agradecerle lo que había
hecho por todos.
-No sabía qué palabras usar –dijo Shmuel-, de
hecho no tenía conmigo el libro de las oraciones y tampoco hubiera sabido cuál
elegir… Así que recité el abecedario y le dije al Todopoderoso: “Aquí están
todas las letras, Señor, acomódalas y construye con ellas la mejor plegaria
para pedirte que protejas a este pueblo”
(Cuento en versión de Jorge Bucay)
(Cuento en versión de Jorge Bucay)
Pintura de Nicole Alger
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