sábado, 14 de diciembre de 2013

Entre la mula y el buey


El buey conoce a su dueño,
y el asno el pesebre de su Señor;
Israel no entiende,
mi pueblo no tiene
conocimiento.
Libro de Isaías 1:3


Los relatos del nacimiento de Jesús, que encontramos en los Evangelios, nos hablan de un pesebre pero no se menciona animal alguno. Sólo tenemos el texto bíblico que he traído hoy, del Libro del Profeta Isaías. Estas dos referencias, aunque indirectas, han servido de base para suponer (según la tradición cristiana) que en el pesebre estaban la mula y el buey.
Estos animales, mansos, domesticados y de trabajo acompañaron al Niño. Los hombres no estaban para recibirlo.
No estaban los hombres porque tenían otras cosas mucho más importantes que hacer. Tenían que hacer transacciones comerciales, discutir de política, cumplir sus obligaciones laborales o religiosas, mientras comentaban lo difícil que se ha puesto la vida. Los hombres no entendieron las señales, o prefirieron ignorarlas.

Nosotros hoy, junto a los más humildes de la creación de Dios, esta Navidad abriremos el corazón para recordar a ese Niño santo. El Niño Dios, que nos regala un aire nuevo de bondad, buena voluntad, gozo, esperanza y la plena confianza de que Dios cumple sus promesas. Tal como lo dice el salmista:

En el Señor se gloriará mi alma;
Lo oirán los mansos, y se alegrarán
Salmo 34:2

Pintura: María y Jesús en el pesebre
Ilustración bíblica del año 1900


Una leyenda:
La mula y el buey

Un viejo campesino decidió sacrificar al viejo buey y la anciana mula que tenía porque ya no eran aptos para el trabajo. La noche anterior al día en el que iba a sacrificarlos, las pobres bestias huyeron de su establo porque percibían el destino que les esperaba. Vagaron por varias calles hasta encontrar un pesebre en el que vieron a un matrimonio con un pobre bebé que tiritaba. Ambos animales sintieron pena por el pequeño y  decidieron acercarse para darle calor con sus cuerpos y su aliento. 
Ese pequeño niño era Jesús. Así que Dios, agradecido por aquel gesto de ternura, hizo rejuvenecer a los dos animales, que al volver a su antiguo establo, sorprendieron y asombraron a su dueño.

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