Sólo dos cosas te pido, Señor;
no me las niegues antes de que
muera;
Aleja de mi la falsedad y la mentira;
no me des pobreza ni riquezas
sino sólo el pan de cada día.
Porque teniendo mucho, podría
desconocerte
y decir: "¿Y quién es el Señor?"
y teniendo poco, podría llegar a robar
y deshonrar así el nombre de mi
Dios.
Proverbios 30: 7, 8, 9
NVI
Si falsedad y mentiras están en directa relación con los dos extremos de una situación financiera, entonces podríamos afirmar que vivir con austeridad y discreción está justo en el camino de lo correcto.
Lejos de la ansiedad por las riquezas o la preocupación por qué comeremos o qué vestiremos, somos libres para ocuparnos de aquellas cosas eternas que nos llevarán a vivir en el reino de Dios y su justicia.
Jesús nos enseñó, en el gran "Sermón del Monte", que Dios espera que vivamos dependiendo de su protección y sustento. Puso como ejemplo a las aves "que no siembran ni cosechan, pero Dios las alimenta", porque si Dios vela por ellas, con mayor razón se ocupa de sus hijos amados.
Es notable la sabiduría que encontramos en este pasaje de Proverbios; se trata de una petición. Una plegaria honesta, de alguien que tiene conciencia de su propia debilidad; alguien que reconoce que sin la ayuda de Dios mismo, no será posible mantener
el corazón limpio, libre de mentiras y falsedades, para buscar los preceptos divinos. Esa búsqueda tiene la mayor de las recompensas: la presencia de Dios Todopoderoso, cara a cara. Ya lo dijo Jesús: "Dichosos los de corazón limpio, pues ellos verán a Dios"
"Porque donde está tu tesoro allí estará también tu corazón"
De tus preceptos adquiero
entendimiento;
por eso aborrezco toda senda
de mentira.
Salmo 119: 104
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