Canten a Dios, canten salmos a su
nombre;
aclamen a quien cabalga por las
estepas,
y regocíjense en su presencia.
¡Su nombre es el SEÑOR!
Salmo 68: 4
NVI
Este Salmo es especialmente majestuoso y solemne. Es una manera de hacer notar el poder y la grandeza de Dios. Nuestro Dios, victorioso, santo y eterno, cuyo dominio se extiende
sobre toda la tierra.
sobre toda la tierra.
El salmista nos invita a elevar nuestro canto más solemne ante Dios Todopoderoso. Esta solemnidad se expresa con regocijo, desde la sinceridad del corazón agradecido, así lo aconseja el Apóstol San Pablo, (escribiendo a los Colosenses): "canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón".
Creo que ante Dios lo importante no es tanto -¿Tengo una voz? sino más bien -¿Tengo una canción?
Todos tenemos voz, viene incorporada "de fábrica". Pero la canción nace de la experiencia, de entender que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de parte de Dios, nuestro Padre. La voz del alma se afina con devoción, con amor, con gratitud y con voluntad de alabar y adorar a nuestro Padre Dios, el Glorioso Señor que cabalga por las estepas, que domina el universo con su sola presencia.
Es nuestra canción de alabanza lo que nos puede llevar a las profundidades de la comunión con Dios, la más solemne y majestuosa comunión, que no se puede describir. Entregarnos a la alabanza a Dios es romper los límites de nuestras propias reservas y limitaciones humanas para alcanzar el altar sagrado. Es una canción gloriosa, dulcificada por
el Espíritu de Dios.
el Espíritu de Dios.
Cantemos a Dios,
cantemos salmos a su nombre
¡Su nombre es el SEÑOR!
cantemos salmos a su nombre
¡Su nombre es el SEÑOR!
Pintura: Felix Vallotton
No hay comentarios:
Publicar un comentario