El hombre es como un soplo;
sus días son
como la sombra que pasa
Salmo 144: 4
Nuestra vida efímera es. Sin embargo la vivimos como si dispusiésemos de todo el tiempo del mundo.
Como la sombra que pasa. La sombra sobre la tierra va cambiando durante el día hasta desaparecer cuando llega la noche. Lo mismo le pasa al hombre; cada día, desde que nace, va caminando hacia el momento de su partida final de este mundo.
El salmista nos recuerda que por mucho que vivamos, llegará el momento del fin de la existencia. Esa trayectoria, comparada con la eternidad de Dios es insignificante, tan inasible como una sombra, como una sombra que pasa. En otras palabras, el hombre es menos que una sombra. Teniendo presente este razonamiento es maravillosos que Dios se acuerde del hombre, que lo tenga en cuenta, que lo considere y le muestre su misericordia.
Oh Dios, ¡Cuán grande y misericordioso eres!
Imagen tomada de la web
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