Así te bendeciré en mi vida;
En tu nombre alzaré mis manos.
Salmo 63:4
Alabar
y bendecir a Dios con las manos levantadas es una señal de victoria.
Nuestras
cargas, el peso de nuestras ansiedades y preocupaciones tiende a bajar nuestros
brazos y manos. Pero si a pesar de eso, reunimos hasta el
último aliento en un esfuerzo supremo para levantar nuestras manos, ante la
presencia del Único y Verdadero Dios, allí todo cambia.
Levantar
nuestras manos en adoración es también soltar y abandonar aquello que
sostenemos. Todo queda depositado ente el altar del Dios Eterno: nuestros
afectos, nuestras posesiones, nuestros temores, nuestras obsesiones, en
fin, todo. Por otra parte, las manos levantadas y abiertas están en
mejor posición para recibir todo lo que Dios tiene para nosotros.
Alzar las manos es una señal de victoria en fe.
Moises
es ayudado para mantener sus brazos en alto
John
Everett Millais
(Escena
inspirada en Exodo 17:8-16)
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