Escucha, Jehová, mi oración
y está atento
a la voz de mis ruegos.
En el día de la angustia
te llamaré,
porque Tú me respondes.
Salmo 86:6,7
Cuando practicamos la oración, esto llega a ser un acto sencillo, una conversación en silencio. Pasa a ser la serena emoción de hablar con el Padre de Amor; quien siempre está atento y nos responde.
Mantener vivo el diálogo de la oración nos puede permitir vivir seguros y confiados en el cuidado amoroso de Dios.
El llamado desesperado, en el día de la angustia, quedará siempre en el futuro como una posibilidad: te llamaré, porque hoy Tú me respondes.
Pobrezay está atento
a la voz de mis ruegos.
En el día de la angustia
te llamaré,
porque Tú me respondes.
Salmo 86:6,7
Cuando practicamos la oración, esto llega a ser un acto sencillo, una conversación en silencio. Pasa a ser la serena emoción de hablar con el Padre de Amor; quien siempre está atento y nos responde.
Mantener vivo el diálogo de la oración nos puede permitir vivir seguros y confiados en el cuidado amoroso de Dios.
El llamado desesperado, en el día de la angustia, quedará siempre en el futuro como una posibilidad: te llamaré, porque hoy Tú me respondes.
Isabel Guerra
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