domingo, 19 de enero de 2014

Un paso adelante

Que retrocedan avergonzados
todos los que odian a Sión.


Que sean como la hierba en el techo,
que antes de crecer se marchita;
que no llena las manos del segador
ni el regazo del que cosecha.

Que al pasar nadie les diga:
«La bendición del Señor sea con ustedes;
los bendecimos en el nombre del Señor.»
Salmo 129: 5-8




Estas frases del salmo 129, francamente, preferiría que no existieran en "mi Biblia", aunque me impresiona la total sinceridad con que fueron dichas. Hay un enojo y una ira apasionada que bulle en el alma herida y hace exclamar al salmista:  "Que retrocedan avergonzados todos los que odian a Sión".

Es verdad es que Cristo no estaba presente en el escenario donde se desarrolla esta "historia", pero eso no alcanza para disculpar al salmista, porque él podía leer en el libro de Levítico: "No aborrecerás a tu hermano en tu corazón" (libro de Levítico 19:17). También podía leer en el libro de Proverbios: "cuando cayere tu enemigo, no te regocijes, y cuando tropezare no se alegre tu corazón" (Libro de Proverbios 24:17). 
Cuando Jesús enseñó, "amarás a tu enemigo" (San Lucas 6:27) no agregó nada nuevo a lo que el salmista ya sabía.

Una cosa quiero rescatar: los salmos no los entonaban  los peregrinos que eran perfectos. Eran personas como nosotros, cometían errores tal como nosotros hoy. Perseveraban en el camino pero no eran perfectos.
No sobrevivimos en el camino de la fe, atravesando angustias, enfrentando enemigos, soportando dolores o lidiando con las injusticias porque tengamos una resistencia extraordinaria. Tampoco es por nuestra capacidad de negar o incluso sobrellevar nuestras "cargas".  Perseveramos en el Camino porque Dios es fiel; porque Dios no se aparta de nosotros.

Recordemos el estribillo de este salmo:
Mucho me han angustiado desde mi juventud
—que lo repita ahora Israel—,
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme.

el Señor, que es justo,
me libró de las ataduras de los impíos.

sábado, 18 de enero de 2014

Paciencia y perseverancia


Mucho me han angustiado desde mi juventud
—que lo repita ahora Israel—,
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme.


Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella profundos surcos.


Pero el Señor, que es justo,
me libró de las ataduras de los impíos.

Salmo 129: 1-4




...pero no han logrado vencerme

Es conmovedor leer estos versos, probablemente es la voz de un anciano; alguien que mira hacia atrás y ve cómo ha sufrido y en medio de su sufrimiento, ha perseverado en su confianza en Dios y dice: pero no han logrado vencerme...  el Señor, que es justo, me libró de las ataduras de los impíos.

De fondo, en ese sufrimiento se puede ver, como en un espejo retrovisor, el sufrimiento del pueblo de Israel, sus años en Egipto, la esclavitud, el largo peregrinar por el desierto y como Dios mismo los  libró de las ataduras de los impíos.

Muchos de nosotros también hemos vivido 
del mismo modo, como cuando:  
Sobre la espalda me pasaron el arado,
abriéndome en ella profundos surcos...

Fatigas, dolores, frustraciones, sueños rotos, quebrantos, traiciones, burlas, en fin...
mucho me han angustiado desde mi juventud,
pero no han logrado vencerme

No han logrado vencerme gracias a la obra salvadora y el rescate amoroso de nuestro Salvador, el Hijo de Dios, quien me libró de todo tipo de ataduras.

foto. Isla Negra - Chile

viernes, 17 de enero de 2014

Alegría y prosperidad


Dichosos todos los que temen al Señor,
los que van por sus caminos.
Lo que ganes con tus manos, eso comerás;
gozarás de dicha y prosperidad.
En el seno de tu hogar,
tu esposa será como vid llena de uvas;
alrededor de tu mesa,
tus hijos serán como vástagos de olivo.
Tales son las bendiciones
de los que temen al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
y veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida.
Que vivas para ver a los hijos de tus hijos.

¡Que haya paz en Israel!

Salmo 128



Dichosos todos los que temen al Señor,
los que van por sus caminos.

Este salmo nos presenta el  ideal de la felicidad para el pueblo hebreo: una familia numerosa, larga vida y una mesa llena de uvas y vástagos de olivo. 
En el centro de la felicidad está el temor al Señor. Un temor que se manifiesta en reverencia y gratitud.

Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos. Son dichosos porque disfrutan la bendición de Dios. La Biblia nos muestra a lo largo de sus páginas que no hay mayor felicidad para un ser humano que contar con la bendición de Dios. La galería de héroes bíblicos, todos, recibieron la promesa de la bendición de Dios.
La bendición de Dios no es algo externo, puntual o pasajero. No se trata de tener "un buen día" o "un golpe de suerte". Es algo mucho más profundo y duradero: es fuerza vital y fortaleza, con la garantía de un Dios que multiplica sus dádivas generosamente.

Al comienzo de su "Sermón del monte" (Evangelio según San Mateo, cap. 5) nuestro Señor Jesucristo señaló explícitamente el camino de la alegría y la prosperidad diciendo:
Dichosos los pobres en espíritu,
porque el reino de los cielos les pertenece.
Dichosos los que lloran,
porque serán consolados.
Dichosos los humildes,
porque recibirán la tierra como herencia.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
Dichosos los compasivos,
porque serán tratados con compasión.
Dichosos los de corazón limpio,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque serán llamados hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque el reino de los cielos les pertenece.

Pintura: "Mi familia"
Joaquin Dorolla

jueves, 16 de enero de 2014

Una herencia de vida

Los hijos son una herencia del Señor,
los frutos del vientre son una recompensa.


Como flechas en las manos del guerrero
son los hijos de la juventud.


Dichosos los que llenan su aljaba
con esta clase de flechas.
No serán avergonzados por sus enemigos
cuando litiguen con ellos en los tribunales.

Salmo 127: 3-5




Los hijos son una herencia del Señor


El contexto histórico de estos salmos (120 al 134) que hemos estado revisando, está centrado en el peregrinaje que el pueblo hebreo realizaba para acudir al templo en Jerusalén. De distintos puntos geográficos se juntaban, probablemente familias completas, algunos con grandes sacrificios, y se acompañaban en el trayecto mientras entonaban estos salmos. Desde esta perspectiva, al leer nuevamente este hermoso salmo 127 podemos suponer la alegría de aquellos  que entonaron por primera vez este cántico, luego de "ponerse al día" con las novedades familiares, concluían en forma espontánea:  Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.

Una casa representa una familia y una familia coloca en el centro de atención a los hijos. - que si han crecido, si son buenos hijos o no lo son -, en fin, son muchos los pormenores que llenan la cotidianidad de una familia. 

Para estos peregrinos,  el quehacer de cada día y todos sus esfuerzos para "construir" la familia se encontraba "en el trayecto", en la periferia de la casa-ciudad-templo, y en el centro, como un corazón que palpita con alegría, está toda la obra de Dios mismo.

En un sentido mucho más amplio, nosotros somos esos peregrinos, que necesitan "construir" una alabanza y adoración a Dios, mientras Él se ocupa de guardar nuestra casa. En este trayecto, nos encontramos con muchas personas que pasan a convertirse en nuestra familia, hijos e hijas, hermanos y hermanas, tal como lo enseñó Jesús. Seremos dichosos teniendo muchos hijos, porque son una herencia del Señor.

El profeta Isaías nos muestra una promesa:
Y todos tus hijos serán enseñados por el Señor; 
y se multiplicará la paz de tus hijos.
Libro del Profeta Isaías 54:13


Pintura: Rosa Petherick

miércoles, 15 de enero de 2014

Trabajo y descanso

Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.
Si el Señor no cuida la ciudad,
en vano hacen guardia los vigilantes.


En vano madrugan ustedes,
y se acuestan muy tarde,
para comer un pan de fatigas,
porque Dios concede el sueño a sus amados.
Salmo 127:1,2



Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.

Este cántico parece contener las semillas gloriosas de un trabajo fructífero. Lleva implícita la bendición de Dios para los que someten todas sus acciones a la aprobación de Dios Todopoderoso.

Es un canto que lleva consigo el ritmo  del corazón humano que palpita en cada proyecto, sueño, tarea o actividad que emprende a la sombra del Omnipotente. En ese ir y venir, Dios, no solamente concede el sueño a sus amados, sino que además edifica la casa y cuida la ciudad.

El ritmo del que nos habla el salmista es el mismo que estableció Dios, cuando trabajó en la creación del universo. Trabajó y luego descansó y todo era bueno. Comprender y respetar ese ritmo es también un modo de honrar a Dios, que es el dueño absoluto de todo lo que existe.

Hay quienes han visto en este salmo la excusa perfecta para "dejar que las cosas ocurran", sin involucrarse demasiado, asumiendo una actitud pasiva "mirando los lirios..." (cf.: Evangelio San Mateo 6:28).
Desde mi punto de vista, el trabajo es una bendición que dignifica al ser humano y lo coloca en el escenario donde Dios mismo sigue trabajando. Pero el salmista nos advierte en relación con el trabajo obsesivo que poco a poco se va convirtiendo en un fin en si mismo.
El trabajo que es reducido a las dimensiones de nuestro ego y control nos separa de Dios, y lo que es más triste, se convierte en un pan de fatiga.

Necesitamos sabiduría del cielo para comprender que:
Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.


*****   *****   *****

Afilando el hacha - cuento
Los afanes y ansiedades de la vida cotidiana, en ocasiones nos atrapan y dejamos de lado el tiempo para adorar a Dios, el tiempo para recibir su instrucción, corrección y bendición. Te dejo este breve cuento para ilustrar esta idea. 

En cierta ocasión, un hombre joven llegó a un campo de leñadores, ubicado en la montaña, con el propósito de obtener trabajo. Durante su primer día de labores trabajó arduamente y como resultado, taló muchos árboles. El segundo día, trabajó tanto como el primero, pero su producción, fue escasamente la mitad del primer día. Al tercer día, se propuso mejorar su producción. Golpeó con furia el hacha contra los árboles, pero los resultados fueron nulos. 
Al ver el capataz el escaso rendimiento del joven leñador, le preguntó:
"-¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha?"
El joven respondió: "-Realmente no he tenido tiempo de hacerlo, he estado demasiado ocupado cortando árboles".

martes, 14 de enero de 2014

Expectativas de gozo

Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los arroyos del desierto.


El que con lágrimas siembra,
con regocijo cosecha.

El que llorando esparce la semilla,
cantando recoge sus gavillas.

salmo 126:4-6


El que con lágrimas siembra,
con regocijo cosecha.

En estos versos el salmista nos describe la difícil senda de los que deciden vivir la aventura de la fe, comprometidos con el Señor. Un camino estrecho; un pasadizo bordeado, por un lado,  por la memoria de los grandes hechos del pasado que nos devolvieron la libertad, y por el otro, la esperanza concreta en las promesas de Dios, que sin importar lo que esté ocurriendo, el resultado será semejante al del que con lágrimas  siembra pero 
con regocijo cosecha.

El gozo no depende de si tenemos suerte para escapar de las dificultades, así como tampoco depende de nuestra buena salud, o de evitar el dolor, o de negar los problemas. El gozo del Señor es real aun en medio del dolor. Esta puede ser una frase carente de  veracidad para cualquier persona que no ha experimentado la misericordia de Dios. 
Porque el gozo del Señor no es un "pack", o un  "ofertón" que se adquiera en algún lugar "sagrado", y tampoco es una formula o receta que se pueda seguir. El gozo del Señor es la consecuencia natural del cumplimiento de la oración: 

Ahora, Señor, haz volver a nuestros cautivos
como haces volver los arroyos del desierto.

Desde esta perspectiva se puede entender que un hombre prisionero, en una celda inhóspita, húmeda y oscura pueda aconsejarnos:

Alégrense siempre en el Señor. 
Insisto: ¡Alégrense! 
Que su amabilidad sea evidente a todos. 
El Señor está cerca. 
No se inquieten por nada; 
más bien, en toda ocasión, 
con oración y ruego, 
presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. 
Y la paz de Dios, 
que sobrepasa todo entendimiento, 
cuidará sus corazones 
y sus pensamientos en Cristo Jesús.
(Apóstol Pablo a los Filipenses 4:4)


foto: fuente

lunes, 13 de enero de 2014

Alegría plena

Cuando el Señor hizo volver a Sión a los cautivos,
nos parecía estar soñando.


Nuestra boca se llenó de risas;
nuestra lengua, de canciones jubilosas.

Hasta los otros pueblos decían:
«El Señor ha hecho grandes cosas por ellos.»

Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.

Salmo 126. 1-3




El Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.

Dicen que los niños ríen unas 400 veces al día, mientras los adultos solo lo hacen unas 15 veces al día. Estas cifras demuestras que poco a poco, no solamente vamos envejeciendo, sino que además vamos perdiendo la alegría y la capacidad de disfrutar los tesoros (¡existen!) que se encuentran entre los pliegues del gran lienzo de cada día, especialmente si somos conscientes del cuidado amoroso de nuestro Padre Dios. Paradojalmente, la industria del entretenimiento, la diversión y el juego, ha crecido en forma desmedida.

El gozo del que nos habla este Salmo es una consecuencia de la decisión de vivir confiando por completo en la bondad del Señor.

Para el salmista, el mayor gozo es ser parte de una historia de liberación. Las asombrosas intervenciones de Dios en la vida del pueblo de Israel, historias de cautiverio y libertad, experiencias de vida relatadas en primera persona y traspasadas de generación en generación son una fuente inagotable de bendición, celebración y profunda alegría.

La palabra Sión hace referencia a Jerusalén, la llamada ciudad santa; pero me parece que puede tener una significación especial para nosotros hoy, como capital espiritual de todos los cristianos. Sión. La ciudad de Dios; el lugar de nuestro gozo, la recuperación de nuestra libertad espiritual.
Celebremos con gozo el regreso a la "ciudad de Dios" donde podemos ser como niños que disfrutan la alegría más sincera, en el regazo del Buen Padre Dios.

Sí, el Señor ha hecho grandes cosas por nosotros,
y eso nos llena de alegría.



Ilustración de Jennie Harbour



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