Yo anduve errante
como una oveja extraviada;
¡busca a tu siervo,
porque no me he olvidado
de tus mandamientos!
Salmo 119: 176
Sorprende este verso, al final del extenso salmo 119. El autor después de dar a conocer sus resoluciones, alabanzas, confesiones, y firmes convicciones resulta ser que es "una oveja extraviada", una oveja perdida y en peligro.
"Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; y el Señor cargó sobre Él la iniquidad de todos nosotros" (Libro del Profeta Isaías). Esto que se aplica a todos los seres humanos, también se aplica al salmista. Lo destacable es que hay un reconocimiento, un arrepentimiento, y luego surge el ruego, y clama ¡busca a tu siervo!.
¿Quien sino el Buen Pastor podría emplear toda su misericordia en buscar la oveja extraviada?
No me he olvidado de tus mandamientos. Sin duda la mayor bendición no es ser rescatados. La mayor bendición se haya en permanecer fieles a la Ley de Dios; fieles hasta el fin.
De todos modos, es la memoria de sus mandamientos, como un faro en la oscuridad, lo que orienta al alma extraviada, trayendo las palabras adecuadas para articular un ruego como el del salmista: "busca a tu siervo" o "rescátame Señor".
Tengo que reconocer que alguna vez me he desviado del camino, detrás de mis propias ideas, por mi propia cuenta; pero al final del día, cuando el Buen Pastor contaba sus ovejas, ha notado mi ausencia, con gran misericordia me ha buscado, pacientemente, hasta traerme a casa.
¡Si, gracias a Dios; porque envió a su Hijo a rescatarnos!
"Adoración de los Pastores"
Bartolomé Esteban Murillo
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