Mis labios se alegrarán
cuando cante para ti;
y mi alma, la cual redimiste.
Salmo 71: 23
Cuando meditamos en la grandeza de Dios surge en forma espontánea la alabanza. Esta alabanza, Dios la recibe y va llenando nuestro corazón de alegría y bienestar. De esta manera se va cerrando el círculo de la comunión con Dios. La unión perfecta del ser con su creador.
En estos días cercanos a la Navidad, recordamos el canto de los ángeles, también la alegría de los pastores y podemos unirnos a ese canto universal para dar gracias a Dios en quien nuestra alma encuentra reposo, quietud y confianza en el porvenir.
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